La noche era perfecta. En pleno Agosto y no había atisbo de calor. Una brisa soplaba alegremente y rozaba su piel desnuda, tumbada en el colchón sin sabanas. La ventana estaba abierta, y las luces de los coches dibujaban contornos que hacían surcos en la pared de su habitación. En la calle no caminaban ni siquiera las almas de la noche, la carretera estaba más vacía que nunca, y la hilera de coches aparcados era ahora lo que nunca: seis cajoneras en las que no había nada más que asfalto. Había estado leyendo hasta bien entrada la madrugada. Adoraba la sensación de acostarse después de leer algún fragmento de una buena novela. ¡Qué lujo! -pensaba mientras la brisa seguía acariciando su cara, en la madrugada.
De repente, cuando parecía que nada podría ir mejor; el aire le transportó un intenso olor a humedad, a lluvia. Su amiga estaba de vuelta, y esa era su llamada. Como si de una llamada perdida se tratase, le enviaba su aviso de llegada a través de su agradable aroma. ¡Cuánto tiempo había pasado sin que le rozase las mejillas! Le encantaba ese olor, salió a la ventana y observó las calles desiertas, dejándose mimar por el viento. Las gotas empezaron a caer sobre el alfeízar de su ventana, rozándole las yemas de los dedos abiertos. Más tarde, él disfrutó escribiendo aquel momento tan efímero.
Esa fue la señal. Aquella noche de verano se volvieron a reunir, tras la llamada. Retornó aquel Agosto El club de los aliados de la lluvia.
De repente, cuando parecía que nada podría ir mejor; el aire le transportó un intenso olor a humedad, a lluvia. Su amiga estaba de vuelta, y esa era su llamada. Como si de una llamada perdida se tratase, le enviaba su aviso de llegada a través de su agradable aroma. ¡Cuánto tiempo había pasado sin que le rozase las mejillas! Le encantaba ese olor, salió a la ventana y observó las calles desiertas, dejándose mimar por el viento. Las gotas empezaron a caer sobre el alfeízar de su ventana, rozándole las yemas de los dedos abiertos. Más tarde, él disfrutó escribiendo aquel momento tan efímero.
Esa fue la señal. Aquella noche de verano se volvieron a reunir, tras la llamada. Retornó aquel Agosto El club de los aliados de la lluvia.
4 comentarios:
Me encantaría pertenecer a ese club.
Aspiré hondo al sentir la humedad inundando mis maltrechos pulmones.
Me da la vida...
ya no soy anónimo...
=)
increible olor, la humedad, que olor tan resfrescante.
Todo aquel al que le guste la lluvia pertenece inconscientemente al club, quizás no lo sepas y seas un miembro.
Anónimo 2, es refrescante según el momento. A mi me suele resultar refrescante menos veces de las que me lo resulta. Pero me encanta el olor, en eso si coincido contigo. :)
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