A Ana García Andreu =)
Se acaba el curso, y este año es el que menos ganas tengo. Yo diría que ninguna. Tú ya te vas, allá donde viniste, pero aunque sólo sea un simple hasta pronto, un paréntesis, me apetecía regalarte un pasaje de despedida. Es posible que estas palabras las leas ya cuando estés en casa, es casi seguro. Pero quería dejar constancia de ellas. Porque el descubrimiento del curso ha sido este grupo F en el que nos encontramos, pero concretamente tú: los demás repetían grupo.
Nunca pensé que encontraría gente con la que pudiese hablar de los temas que conversamos nosotros. Los libros, el cine, las amistades, las relaciones, nuestros secretos e, incluso, la fastidiosa política; abarcan nuestros cafés, nuestras cervezas, nuestra vida. Ahora sé que vosotros, y en este caso tú, a quien va dirigida esta pequeña carta, serás siempre una persona muy importante, porque aprendo con lo que guardáis para enseñar. Y que siempre vais a ser mi gente, por encima del resto, ahora lo sé mejor que nunca.
Estos dos últimos días lo he pasado de maravilla, y creo que en ellos se puede condensar el periodo que transcurre desde Noviembre –más o menos- cuando nos conocimos en la cafetería, que tantos ratos nos acogió este año, hasta hoy, el día en el que marchas a tu tierra, dejando atrás Madrid por unos meses. Nunca te lo he dicho, pero lo primero en lo que me fijé fue en esa pequeña cicatriz que tienes en la cara, a la altura de la nariz. Ahora ya sabes que me gusta. Me siento muy feliz de estar escribiendo esto, Ana, igual que por haber encontrado un grupo de personas que me protejan la retaguardia sin más contraprestación que la misma acción por mí parte.
Hoy tu beso me ha sabido a despedida, pero no a un adiós triste: volveremos a vernos pronto. Me dijiste que, a veces, tu madre leía estas líneas. Si es así, en este texto también, sepa usted, señora, que tiene una hija de la que cualquiera podría estar orgulloso; es más, de la que yo mismo me siento orgulloso por saber que me arropa cuando lo necesito y que siempre tiene una sonrisa guardada para el momento necesario.
Sin más, que tengas buen viaje. Madrid te espera para tantos cafés y momentos que nos quedan por vivir, Anita.
Nunca pensé que encontraría gente con la que pudiese hablar de los temas que conversamos nosotros. Los libros, el cine, las amistades, las relaciones, nuestros secretos e, incluso, la fastidiosa política; abarcan nuestros cafés, nuestras cervezas, nuestra vida. Ahora sé que vosotros, y en este caso tú, a quien va dirigida esta pequeña carta, serás siempre una persona muy importante, porque aprendo con lo que guardáis para enseñar. Y que siempre vais a ser mi gente, por encima del resto, ahora lo sé mejor que nunca.
Estos dos últimos días lo he pasado de maravilla, y creo que en ellos se puede condensar el periodo que transcurre desde Noviembre –más o menos- cuando nos conocimos en la cafetería, que tantos ratos nos acogió este año, hasta hoy, el día en el que marchas a tu tierra, dejando atrás Madrid por unos meses. Nunca te lo he dicho, pero lo primero en lo que me fijé fue en esa pequeña cicatriz que tienes en la cara, a la altura de la nariz. Ahora ya sabes que me gusta. Me siento muy feliz de estar escribiendo esto, Ana, igual que por haber encontrado un grupo de personas que me protejan la retaguardia sin más contraprestación que la misma acción por mí parte.
Hoy tu beso me ha sabido a despedida, pero no a un adiós triste: volveremos a vernos pronto. Me dijiste que, a veces, tu madre leía estas líneas. Si es así, en este texto también, sepa usted, señora, que tiene una hija de la que cualquiera podría estar orgulloso; es más, de la que yo mismo me siento orgulloso por saber que me arropa cuando lo necesito y que siempre tiene una sonrisa guardada para el momento necesario.
Sin más, que tengas buen viaje. Madrid te espera para tantos cafés y momentos que nos quedan por vivir, Anita.