miércoles, 6 de abril de 2011

Inverness

Dos hermanos caminan juntos cuando se está dejando caer la noche. Se hablan en contadas ocasiones, con frases cortas, pero se siente fluir entre ellos buena energía. Pronto entrarán en algún pub. Poco más se puede hacer en una ciudad en la que en pleno invierno llega a anochecer antes de las tres.

Inverness es una ciudad que linda directamente con el fin del mundo. Existe en ella un río, que la atraviesa, y a sus dos orillas se levantan catedrales, viviendas y un pequeño castillo. Los días en los que el cielo está gris y llueve, el agua parece transportar plata.

Inverness

La primera vez que visitaron la ciudad fue en una excursión desde la capital. José Luis, el hermano pequeño, ganó un concurso nacional de Ford, cuyo premio consistía en un viaje para dos personas a Edimburgo. El viaje incluía una excursión a las Highlands. No dudó un instante, se llevó a su hermano mayor.

Nunca habían volado antes. Salieron desde Méjico y el avión les dio miedo. Aquella fue la primera vez que salieron juntos del país.

Pero esto fue en 2011. Ahora los dos superan la treintena y llevan tres años instalados aquí en el norte. El hermano mayor consiguió una beca de trabajo por cuatro años y José Luis se lanzó a la aventura de acompañarle y arreglárselas en la ciudad que tanto les había gustado aquella primera vez.

Inverness es fría, húmeda y, por momentos, gris, pero sus gentes son las más cálidas. Desde que se instalaron aquí, todos los años regresan a Méjico al menos dos veces. Pero el año que viene la beca de trabajo concluye y tendrán que decidir si volver, para felicidad de su familia aún en Méjico, o quedarse para siempre en Inverness.

Edimburgo. 26 de marzo.