sábado, 24 de diciembre de 2011

Cuento negro de Navidad

¿Por qué la maté? ¿Por qué lo hice? Hubiese sido suficiente con negarme a seguir viéndola, provocar un alejamiento irreversible. ¿Qué me llevó a hacerlo? Ahora ya no hay vuelta atrás. Me volví loco y pensé que sería fácil que todo volviese a su cauce. No sé si quería jugar a ser Dios, pero lo que de verdad sé es que la he matado y ya no podré verla nunca más.

No importa si hago que alguien la saque de la cámara frigorífica: su aspecto ya no será el mismo. Las dentelladas del cuchillo se habrán hecho más visibles aún con el frío. Su rostro sin vida sólo me recordará mi terrible acto. Y si hiciese que alguien viniera se convertiría en cómplice de mi asesinato, y quién sabe, tal vez tuviese que matarle también.

Joder, estoy viendo una mancha de sangre salpicada en la pared y en las páginas de aquel libro, sobre la mesilla del teléfono. ¿Y el cuchillo?, ¿qué he hecho con él? Tendré que tirarlo. Buscar algún sitio en el que sea difícil de encontrar y lanzarlo allí para el resto de los tiempos. El estanque del Retiro o el lago de la Casa de Campo podrían estar bien. ¿Pero dónde está?

Tenía que hacerlo. Estaba cobrando demasiado protagonismo en esta historia, para la que sólo era una secundaria. Empezaba a conocer más cosas de las que debiera del protagonista, y de mí. No podía seguir así. Si la hubiese intentado convencer, seguramente no lo hubiese entendido, y esto tenía que ser rápido, no era el momento de dar explicaciones. No sobra el tiempo, desde luego. 

Pero era guapa, es una pena que ella, todavía joven, tenga que terminar así pudiendo haber sido de otra forma menos macabra. No sé, quizás empezaba a enamorarme de ella, pero no podía estar aquí en casa, podría haber visto algo. ¿Cómo voy a seguir ahora como si nada? No sé si voy a poder, seguro que mi mirada me delata. ¿Y con el cadáver? ¿Qué hago con el cadáver? Mírala, ahí tirada en la cámara, parece que está tumbada sin más, aún con ese gorro de papá Noel que traía cuando llegó a casa. Cerraré la puerta. Y sus ojos, no quiero verla más.

Tengo que hacer algo con ella, no puedo seguir teniéndola ahí. Tengo que deshacerme del cuerpo, pero no puedo llamar a nadie. Esperaré a la noche. Mientras voy a ponerme un whisky. Debería arreglar un poco la casa, está todo manga por hombro y hay manchas de sangre salpicadas por toda la pared, en los libros y en la mesilla de la máquina. Esa es otra... ¿Qué voy a hacer con la máquina de escribir ahora? 

Si no lo hubiese hecho podría volver en cualquier momento. En la escritura cabe casi todo. Pero sí, lo hice... ¿Por qué la maté? Aún me quedaba por escribir más de la mitad de la novela.