lunes, 29 de diciembre de 2008

The Spirit, de Frank Miller

Ayer, después de mucho tiempo, volví al cine. Entre la oferta de películas navideñas, de vampiros fantásticos, y las romanticonas; opté por The Spirit, esperando ver algo parecido a Sin City o 300, y animado por el reparto tan de renombre, del que finalmente sobresalen como mucho dos personajes.
La película es entretenida, sin más. Ni se trata de una maravilla del cine, ni de un plomazo infumable. Es entretenida para pasar un rato. Como es carácterístico en las intervenciones cinematográficas de Frank Miller, tiene un tratamiento de la imagen muy bello, con estética de cómic, como era imaginable; aunque la historia, desde mi punto de vista queda algo coja.
Con un reparto que auguraba éxito: Scarlett Johansson, Gabriel Macht, la efimera aparición de Paz Vega -con un personaje que no se termina de entender del todo y al que se podía haber sacado algo más de jugo- y las dos mejores interpretaciones de la película, desde mi butaca: una magnífica Eva Mendes, que se adueña de la historia apareciendo al principio como un personaje sin aparente importancia; y Samuel L. Jackson -siempre bueno-, que parece disfrutar de lo lindo dando vida al villano Octopus.
Como elementos más interesantes de la película me quedo con lo que hablé antes: el tratamiento exquisito de la imagen, además de los recuerdos de la infancia del protagonista Spirit (Gabriel Macht) y Sand Sharef (Eva Mendes), aderezados con una buena música. Lo peor de la película, yo pienso que es, sin dudarlo un instante, el doblaje pésimo que se le da al castellano, y los puntos cómicos de la película, muchos de ellos sin necesidad, gracia y apenas sitio en la trama.
No es queThe Spirit sea una nefasta película, para nada, aunque pienso que con el reparto que goza, y con una lucha típicamente antagónica de cómic, entre villano y héroe; se podía haber sacado mucho más jugo al resultado final. Lo dicho, una película entretenida, que quizás quede como un elemento valioso para la cultura del cómic -y sus adaptaciones- y sus aficionados, pero que no creo que obtenga grandes logros en el panorama cinematográfico.

Pedro Páramo, de Juan Rulfo

Pedro Páramo es la gran novela de Juan Rulfo, a menudo encuadrara en el realismo mágico. Lo cierto es, que aprovechando la palabra, la novela tiene una gran dosis de magia. Numerosos escritores se han declarado grandes admiradores de ella: Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez o Susan Sontag, la cual dice sobre ella: "Pedro Páramo es un clásico en el sentido más cabal del término".
La novela comienza con la narración de Juan Preciado, que explica como llegó a Comala, alentado por su madre antes de morir para que se encuentre allí con su padre, que da nombre a la obra. Llama la atención el primer dialogo, entre Juan Preciado y el arriero que le dirige hacia su destino; que también es hijo del mismo padre.
Esta novela es un continuo cambio entre la Comala del pasado, habitada por vivos; y la Comala actual, completamente deshabitada, poblada sólo por las almas de los que allí conocieron prosperidad tiempo atrás.
El estilo narrativo de Rulfo me parece deliciosa, aportando grandes dosis de magia e intriga a su obra, que a veces llega a parecer un sueño, más que un libro. Las imágenes con las que juega, el simbolismo tan exquisito que a veces inunda sus líneas, hacen de la novela un pasaje ensoñador entre un mundo y otro.
Sontag dice que, perfectamente, entendía la decisión de Juan Rulfo de no escribir otra novela después de Pedro Páramo; pues la meta de un escritor no es publicar un libro tras otro, si no que el objetivo es hacer una obra maestra, perdurable, y Juan Rulfo ya había conseguido eso con esta obra.
Un buen aliento para empezar a leerla, las palabras de la novelista y ensayista. Merece la pena leerla, junto a los grandes autores de la literatura latinoamericana: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, o Mario Vargas Llosa, entre otros grandes.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Sombras y espectros nocturnos

Como ya os habréis percatado -si habéis bajado hacia abajo al entrar en el blog-, estos días he leído la Canción de Navidad, de Dickens. Hoy es el mejor momento para haceros una confidencia. No sé si he hecho bien en leerla. Quede claro que la novela es maravillosa y un verdadero lujo, pero ahora vivo mi vida perpetuamente en una especie de estado de alerta. Existe una similitud importante entre Scrooge y yo: ninguno de los dos recibe ningún invitado especial esta noche. Coincidencias.
No es que yo me considere huraño, ni que odie la Navidad, todo lo contario; este periodo me parece muy enternecedor: los niños viven ilusionados con la llegada de los Reyes Magos -o Papá Noel, en su defecto-; la gente es feliz sin tener ninguna aparente razón, se olvida por unos días de la mierda de mundo en la que viven, hablando mal y pronto. No es que odié la Navidad, estaba diciendo; pero ahora cada vez que salgo de mi habitación en la noche, tengo que mirar alrededor, por si me aborda el espíritu de las navidades pasadas, presentes o futuras; si bien es cierto, que este último es el que más me aterra. En cada recodo de mi casa, observo sombras que se mueven incesantemente, sin descanso, mientras, yo, intento seguirlas con mis ojos aturdidos.
Si camino en la tenuidad de la madrugada por los pasillos, tengo la sensación de estar siendo precedido por una marcha fúnebre, enrolada en el arte del murmullo y el susurro más latente y terrorífico. Me atemoriza la idea de que un espectro encapuchado me muestre mi futuro, y señale mi lecho de muerte, y de que me roben las letras del epitafio de mi indigna sepultura...
Una de las peores y más magníficas virtudes que nos concedieron a los humanos es la imaginación. En cada esquina puedes encontrar un monstruo, un especto, un dementor, un ladrón de almas... Ahora mismo estoy escribiendo este texto a oscuras, y no quiero mirar atrás. Acabo de sentir una presencia, respira fuerte, hondo; noto la suavidad de su aliento a mis espaldas. He oído movimiento, no quiero girarme. Me ha apoyado la mano sobre el hombro. ¡Qué miedo! Voy a girarme, sí, voy a hacerlo, no queda más remedio. En la vida hay que enfrentarse a los temores, en eso consiste el coraje. Me giro. Uno... dos... tres... ¡ya! Uf, no había nadie, qué alivio. Mira tú a tu espalda, por las dudas.

Canción de Navidad, de Charles Dickens

Las buenas esencias se presentan, generalmente, en frasco pequeño. Esto suena a topicazo, en toda regla, pero en muchas ocasiones no hay que subestimar los dichos populares. Si hablamos de esta pequeña joya es una de esas ocasiones en las que este dicho es completamente aplicable. Canción de Navidad es una pequeña obra literaria, de lectura muy aconsejable, sobre todo en esta época del año.
En esta obra, Charles Dickens, el gran novelista británico; cuenta la historia de Ebenezer Scrooge, una persona huraña, que detesta la navidad, desde que su socio muriese hace 7 años. Para él, esta etapa del año sólo son paparruchas. En la noche de navidad, tras declinar la invitación de su sobrino para la cena; se queda en su casa solo y recibe una extraña visita, que le pautará unas acciones a seguir en sus días venideros.
Envuelto en el ambiente frío y misterioso de la ciudad de Londres, Dickens, el creador de la infancia en la literatura, con Oliver Twist -como leía en un artículo reciente, creo que de David Torres-, nos relata de forma majestuosa la historia de como cambió la concepción de la navidad el señor Scrooge; con unas descripciones magníficas, una narración exquisita y un estilo impecable, propio de la novela de la época.
Destaca en su forma de narrar mostrada en esta obra, la descripción del tercer visitante, inquietante y terrorífica; así como el momento en el que Scrooge cree divisar delante de él, en su salón, una marcha fúnebre, acompañada de susurros y murmullos entre las sombras de la oscuridad. Queda demostrado, de sobra, que Dickens es un narrador excelentísimo, con la simple lectura de alguno de sus párrafos.
Corta, con una historia mágica y oscura, y con una factura perfectamente bella; se ha convertido en uno de mis libros preferidos. Un absoluto canto a la felicidad y su espíritu. Un claro ejemplo a seguir para los que gustan de escribir, y todo un placer para los lectores, sobre todo ahora que es Navidad.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Mucho, mucho ruido

Mucho, mucho ruido… Desde que había llegado a la última planta de aquel edificio y había salido a la terraza, una extraña sensación le había embriagado por completo. No podía dejar de mirar la inmensidad de la ciudad bajo sus pies y, con su cámara en las manos, se ayudaba de las fotografías y las propias imágenes mentales para inmortalizar aquella vista perfecta.
Sus ojos se dirigían a los numerosos edificios que reconocía entre la maraña de callejuelas y paseos que tejían la tela de araña que compone Madrid: el edificio de Correos, el paseo del Prado, el faro de Moncloa y, justo si dirigía su mirada a lo más cercano a sus ojos: la confluencia de la calle Alcalá y Gran Vía, es decir, el majestuoso edificio Metrópolis. ¡Qué maravilla de ciudad! En ese momento pensó en como sería la vista por la noche, cuando las luces que pregonaban la navidad en las calles gélidas tomaran vida, robando una pedazo de esta a cada viandante.

Nadie hablaba arriba, ya que se encontraba acompañada, aunque sola entre la multitud. Y en toda su estancia allá, mientras miraba y conversaba con cada recodo de la urbe; no paraba de escuchar en su cabeza una canción, perfecta para aquel cuadro que nadie jamás pintaría, y del cual ella era musa. Lo que más le sorprendía, además, por supuesto, de la maravillosa vista; era el silencio que reinaba en aquel lugar, en medio del tráfico, a tan sólo unos pies de altura de la alocada ciudad que tan bien describió Galdós en sus novelas, y a la que tantas veces escribieron los cantautores.
Sin embargo, allí abajo, en la distancia, gobernaba, de forma dictatorial, el ruido. Ruido como sables, ruido enloquecido, ruido intolerable, ruido incomprendido –tarareó en su asombrada cabeza. Allí, en cambio, presidido por Atenea, con actitud seria, el más absoluto e inspirador silencio. Fotógrafos, poetas, dramaturgos, pintores… cualquiera hubiese podido encontrarse consigo mismo y con la inspiración en aquella azotea, presidida por la diosa griega y amenazada por las nubes, caprichosas en el cielo.

En la cúpula del Metrópolis se erigía un ángel con las alas y los brazos abiertos, como si, desde allí, quisiera echar a volar y alzarse de Madrid al cielo. Lo fotografió, mental y materialmente. El frío apretaba, y sus manos empezaban a sentirse heladas. Se giró, se detuvo de nuevo frente a Atenea –con su lechuza y su yelmo-; y por último, antes de creer que despertaría en ese preciso instante, volvió a mirar en derredor. El Edificio de Correos, la Casa de América, la puerta de Alcalá, las estatuas que parecían cobrar vida… y una ciudad a la que adoraba a cada segundo que pasaba, y que sobrevivía inmersa en un insoportable ruido, tanto, tanto ruido.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Marianela, de Benito Pérez Galdós

Hoy concluyó mi lectura de Marianela, del novelista canario Pérez Galdós. Como es costumbre, el escritor insular crea, a base de palabras bien estructuradas, una atmósfera que se constituye como un fiel reflejo de la sociedad española de su época.
En Marianela, de 1878, Galdós ambienta la trama en un pueblo de Santander: Aldeacorba de Suso, con todo lo que ello implica. Marianela, personaje principal, es una muchacha pobre, desdichada y fea, que vive para ser los ojos de Pablo, un ciego que espera la llegada del médico Teodoro Golfín, famoso por su gran labor curativa en el ámbito ocular.
Marianela es huérfana desde que su madre se suicidó -algo que no estaba bien visto en la sociedad de entonces-, en la garganta de la Trascava, donde la Nela asegura que se encuentra, que incluso a veces la oye. La pobre Nela, vive por y para su amo, al que se siente apegada, y por el que siente un gran amor. Con él es con la única persona que no siente verguenza y por la que sienta un amor profundo. Tras la llegada de Teodoro Golfín, el médico, un personaje que se presenta al principio de la novela, como alguien agradable y exitoso, triunfal; la historia comienza a cambiar en Aldeacorba.
La novela de Galdós -que era la preferida del propio autor- trata de mostrar, y lo consigue, la situación de una persona como Nela en la situación de entonces. Completamente desdichada, huérfana, sin ganas de vivir, si no es para ser la guía de Pablo, para disfrutar junto a él de la Naturaleza. Lo más destacable de la novela del escritor canario son, como no, la excelente forma de narrar que practica y las impresionantes descripciones que proporciona (recuerdo ahora una de la garganta en la noche, en los primeros capítulos, justo antes del encuentro de Teodoro con el ciego).
Además, Galdós muestra la escala de valores, y como éstos varían según la escala social en la que te encuentres. Un valor muy importante, en esta obra -y en toda la obra del escritor- es la caridad, que gira en torno a la figura de Florentina. De esta caridad, destaca una frase que, perfectamente, podría ser aplicable a la sociedad de nuestros días, en boca de Teodoro: "Todo eso sólo me prueba las singulares costumbres de una sociedad que no sabe ser caritativa sino bailando, toreando y jugando a la lotería...". De actualidad absoluta.
Todo esto queda aderezado por la ironía puntual del autor, en situaciones específicas; como, por ejemplo, el último capítulo de la novela, dotado de un sarcasmo especialmente inteligente, usado a la perfección.
Marianela es una novela de una gran factura, escrita por el máximo exponente de la novela española; y considero que esta u otras lecturas de Benito Pérez Galdós deberían ser de lectura obligatoria en cualquier instituto.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Pedro Salinas (1891-1951)

Uno de mis poetas preferidos. Espero que os guste y lo disfrutéis.

¿Fue como beso o llanto?


¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos
con las manos, buscándonos
a tientas, con los gritos,
clamando, con las bocas
que el vacío besaban?
¿Fue un choque de materia
y materia, combate
de pecho contra pecho,
que a fuerza de contactos
se convirtió en victoria
gozosa de los dos,
en prodigioso pacto
de tu ser con mi ser
enteros?
¿O tan sencillo fue,
tan sin esfuerzo, como
una luz que se encuentra
con otra luz, y queda
iluminado el mundo,
sin que nada se toque?

Si me llamaras

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice:
"No te vayas."

Ayer te besé en los labios

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto,
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más. El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada ya,
para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él. Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no...
-¿Adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los abuelos del parque

La mañana había entrado ya hacía rato. Era fría, de invierno, aunque el sol pegaba fuerte, de esas veces en las que si te sientas mucho tiempo expuesto a sus rayos, te arde la nuca. La situación era la siguiente: dos abuelos estaban sentados en un banco, mirando lo que parecía una pared en medio de un ajardinado espacio con carreteras poco transitadas. El silencio era espectral, el mundo parecía haber enmudecido de repente, seguramente por vergüenza de todo lo que sobre él ocurría.

- ¡Vaya sol ha despertado hoy!, ¿eh Heladio? – habló uno de los viejos.

- Ya le digo que si, Serafín, y que usted lo diga.

- ¿Hoy tenemos que ir a jugar nuestra partida, no? – volvió a preguntar Serafín.

Su eterno compañero de fatigas asintió sin más, disfrutando del repiqueteo de un pájaro que desmigaba un trozo de pan en la acera. ¡Cuánta tranquilidad! –pensó para sus adentros. A lo lejos se oyó el rugir de un motor, y ambos se pararon a escuchar. En poco menos de cinco minutos, un alargado vehículo negro pasó por delante de sus semblantes. Ambos se miraron sorprendidos. Por aquel parque no solían transitar muchos coches.

- ¡Qué silencio, amigo!. En Vallecas nunca había esta tranquilidad –comentó sin importancia Serafín.

- A todas horas coches… no se podía echar uno ni la siesta.

- Los domingos me gustaban, siempre iba a ver el Rayo con mi hijo y mis nietos. ¡Qué buenas tardes! Aún lo veo a veces -concluyó melancólico.

Algo le cortó en su última frase. Una señora que cargaba un ramo de flores rojas y blancas –parecían claveles- pasó a su lado, por lo que pareció sin percatarse de su presencia tranquila en el banco.

- Flores… -dijo Heladio, que continuó con el melancólico tono de su amigo-. Yo no tengo flores en casa. Nunca me gustaron mucho, ¿y tú?

- Yo tampoco. Ni yo, ni mis hijos somos muy de flores… aunque esas son bonitas -señaló las de la mujer.

La mujer depositó las flores, junto a una foto familiar, en un hueco que había en la pared hecho para ellas, junto a una inscripción fechada; y volvió a pasar por delante de los dos viejos, sin mirarles ni tan siquiera un instante. Se miraron alegres, sonriendo, esperando la partida del mediodía. Y es que, en aquel lugar, no tener flores no significa caer en el olvido -para nada-, pues para evitarlo están los textos o los propios recuerdos.

Para mi abuelo, y los abuelos de los demás, por Navidad.

martes, 16 de diciembre de 2008

Aparente carácter gélido

Como cada martes se levanta, adormilado. Entre sábanas es donde quisiera permanecer un par de horas más, como mínimo. Pero no puede ser. El estridente sonido del reloj suena, destroza su armonía cálida de la habitación oscura. La balada del despertador, le llaman. No hay más remedio que levantar y lavarse la cara, entre bocados a un pastel de chocolate y sorbos ardientes a un colacao, o derivados.
Ducha rápida -si la puntualidad lo permite-, pequeña charla con sus padres, sin prácticamente nada que contar, pura rutina de la mañana que aún no acaba de entrar a sus ojos semicerrados. En pocos minutos desde el fin de la peor canción del mundo -el despertador-, sale de casa y cierra la puerta con llave.
Por la calle camina, a cinco minutos está el instituto. En el camino encuentra gente, no amigos, sólo gente. Los amigos los tiene, pero la mayoría no están en el mismo instituto que él. No importa, todos le conocen y saluda con una sonrisa mañanera y fría; porque las manos están a buen seguro del gélido ambiente, en los bolsillos del anorak.
Siempre sonríe, y es lo más importante de él; su capacidad de sonreír en momentos tan adversos. Todo pasa, y él está aprendiendo a vivir de otra manera su vida, a la fuerza; por lo que estoy ampliamente orgulloso de él.
Para Jandro, en el día de su cumpleaños -ya termina el ciclo de cumpleaños.

lunes, 15 de diciembre de 2008

A mi viejo, en su día

Me vais a permitir una entrada más personal hoy, si bien cada texto lleva un pedazo del autor que lo suscribe enredado en sus palabras. Hoy es un día especial: como cada 15 de diciembre, mi padre cumple años. Pero este año resulta distinto.
No sé qué deciros de mi padre. Así que escribiré como si me dirigiese a él; aunque en cierto modo, así es. Este año te ha tratado peor que los anteriores -y a todos-, está más que claro que no queremos volver a ver a 2008, yo ya renegué de su falsa amistad hace aproximadamente un mes; por eso me alegra más que este año cumplas años, porque significa que el año está empezando a huir de nosotros.
Y por eso, me ha encantado que nos hayamos reído un montón hoy, dejando a un lado todo lo demás. Porque me enorgullece que seas tú mi padre, mi viejo, como te digo siempre. Porque he aprendido a adorar ese quiosco gracias a tí, que tanto le odias y le adoras. Porque un día escribí una Oda a un quiosquero en la que tú fuiste y serás protagonista siempre. Y porque si me preguntasen si admiro a alguien en la vida, contestaría sin atisbo de duda -e hinchado de orgullo- que a mi padre (junto a mi madre, aunque ahora no venga tan al caso).
Por eso y por todo lo demás. Felicidades viejo.

domingo, 14 de diciembre de 2008

B612

Terminamos el corto hoy mismo. Y he quedado contento con el resultado. Os dejo el video, para que lo veaís. Está hecho con todo nuestro cariño. Yo, como Pablo, daré gracias a todos los que han participado en él: Jonathan, Raquel, la actriz, -con el cambio de planes que le suponíamos-; y, por supuesto -como hizo Pablo- a Loren y a él mismo, por hacer del proceso algo muy divertido.

Gracias, espero que os guste. Podéis descargarlo aquí.




Aquí os dejo también la carátula del cortometraje:


sábado, 13 de diciembre de 2008

Alicia en el país de las maravillas/A través del espejo, de Lewis Carroll

Nunca vi la película de pequeño. Así que me llamaba la atención la historia. La encontré solitaria en una estanteria de ese centro al que todos acudimos en busca de todo tipo de materiales: libros, discos, películas, comics... Bendita FNAC -y que conste que no quiero hacer publicidad con esto. Me la llevé en la mano para leerla antes de que Tim Burton -admirado director- termine su adaptación cinematográfica.
Allí estaba; y junto a Rayuela e Historias de Cronopios y famas, ambas de Cortázar; pasó a mi estantería, para su pronta lectura. En cuanto empecé a leerlo fue como si volviese a un estado mental anterior. Tal vez esta sensación se acrecentó porque el primer pasaje en el que Alicia intenta entrar al jardín me recordaba al videojuego Kingdom Hearts.
La historia, como seguro que sabéis, es algo surrealista e impensable. Una niña que crece o mengua según devore una tarta o beba un extraño brebaje, que persigue a un conejo aristocrático británico -con chaleco a cuadros y reloj de mano incluidos-, y que tiene disparatadas historias con unos personajes un tanto pecualiares. Como de poker.
La segunda parte: A través del espejo, me pareció más original -si cabe- que la primera, con su tremendo escenario-tablero; aunque me dio la sensación de ser más lenta, con menos ritmo. Me quedo con la primera. Esta pareja de historias refleja, por momentos, algunos retazos de las sociedades humanas vigentes en la actualidad de la obra.
En conclusión, la obra compone un par de fábulas muy imaginativas, tremendamente surrealistas. No he tenido oportunidad de ver la película, aunque espero que sea algo distinta; pues, si los dialogos son iguales que en la novela, los niños quedarían demasiado atónitos, sin llegar a entender mucho de lo que transmite.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Premio Fotojoven Coslada 2008



Primer premio Fotojoven Coslada 2008. Categoría: Tiempo libre.
Autor: Yo (http://www.flickr.com/photos/le_txetxu/2575322445/)

Gracias a todos los que estáis cerca. Hoy es un día muy especial.

martes, 9 de diciembre de 2008

Mi canto al cine

- "¡El cine es una maravilla! ¡El cine es una maravilla!". No me he cansado de escuchar esta afirmación en los últimos días, de la boca de uno de mis amigos de la facultad, aunque a veces pienso que sobrepasa la línea de los amigos (para bien). El espacio en el que la frase caía como si de una bella actriz en la alfombra roja se tratase era la propia facultad, mientras rodábamos nuestro cortometraje B-612. ¡Qué gran experiencia!
Pues si, el cine es una maravilla. Me asombra la capacidad de proyección del cine en las personas. ¿Acaso nadie ha derramado lagrimas viendo la muerte injusta de algún personaje, en la ficción? Seguro que tú, que ahora estás perdiendo el tiempo en leer esto, lo has experimentado no hace mucho. El cine tiene un poder enorme de influencia en la humanidad.
¿No te ha pasado nunca que, caminando en un día lluvioso has decidido ponerte los cascos y escuchar alguna melodía de piano, con lances melancólicos, sólo porque en tu película favorita hay una escena igual? Estoy seguro de que, si no tal cual, algo parecido te ha pasado. Tanto influye el cine en las personas, que algunas hacen suyas las películas y sus mejores frases. Así, no es extraño ya observar una pintada en la pared que rece cualquier frase cinematográfica: Yo, al igual que Dios, ni juego al azar ni creo en la casualidad o Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer, entre otras. Existen personas que comparan el cine con la propia vida, como el director Passolini –del cual vi hoy Encuesta sobre el amor, en mi asignatura de Historia del Cine-, que la describe como “un gran plano secuencia”. Hace escasos días, José Luis Borau ingresó en la Real Academia Española; y su discurso de ingreso fue un auténtico canto al cine. "Al cabo de un siglo largo de vida, el Cine ha marcado la forma de hablar y de escribir con huellas más abundantes y profundas de lo que pudiera parecer a simple vista" -dijo el reciente académico. Yo, a mi humilde modo, lanzo hoy otro canto al séptimo arte, que constituye un enorme patrimonio intelectual y artístico, muchas veces injustamente despreciado.

lunes, 8 de diciembre de 2008

V de Vendetta, de James McTeige

Esta película me parece una maravilla, de principio a fin. Ambientada en un futuro próximo: el mundo ha cambiado radicalmente, y lo vemos a través de Inglaterra, gobernada por un nuevo autoritarismo amparado en el control de la población a través del miedo y de los medios de comunicación. En este marco, conocemos a V; un liberador -a los ojos del gobierno un terrorista-, que lucha por desestabilizar el sistema autoritario y en venganza de Guy Fawkes.
V es un gran personaje -con su mascara de Guy Fawkes siempre puesta-, que busca la venganza por su historia, estremecedora; y que idea un plan para que se recuerde el 5 de noviembre como un día grande en Londres. Tras dinamitar el Old Bailey, conoce a Evey, interpretada de forma increíble por Natalie Portman, que sufre una transformación a lo largo de la película interesante.
Me gusta V, por su tremendas dotes de dialogo, como demuestra en cada una de sus intervenciones (exquisitas), y porque es un completo enamorado de las artes -música, literatura, pintura, cine (donde destaca su afición a El conde de montecristo)-, en definitiva, es un hombre tremendamente cultivado y con unas ideas de justicia, libertad y sociedad, muy fuertes y distintas a lo que se encuentra en la sociedad inglesa en la que se ambienta la historia.
La interpretación es fenomenal, por parte de todos, incluído el actor que interpreta a V, Hugo Weaving; -al que nunca se le ve la cara-, pero que consigue crear una identidad idónea mediante gestos y voz, con la cual conectas en las primeras apariciones del personaje en las tenebrosas calles londinenses.
Una película con un ritmo acelerado en todo momento, exquisita en cuanto al dialogo y la fotografía, con un reparto e interpretación magnífica, un argumento rompedor; y por supuesto, un final tremendo. Desde el día que la vi, engrosó mi lista de favoritas. Te la recomiendo, sin duda. La vendetta prevalece.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Invierno en Madrid

Nunca jamás en mis 20 años he pasado un invierno fuera de mi casa, de Madrid. No siento ningún tipo de deseo de hacerlo por ello, sino todo lo contrario, si me apuras: adoro mi ciudad en estas fechas. Cuando llega Diciembre, Madrid empieza a lucir diferente; las noches llegan antes a su cita, las calles son asediadas por un frío que se puede cortar con los dedos, tangible; el ambiente empieza a ser navideño, aunque aquí esta época no sea tan blanca como en las películas de Hollywood.
Cuando llega el invierno, las calles huelen a frío, a humedad, a navidad. Me gusta salir por el centro en invierno. El fin de semana pasado estuve en Huertas –paseando sobre grandes frases de grandes escritores y pensadores- con mis amigos. Ambiente gélido, frío tangible, alcohol para calentarse, ambiente cálido entre amigos, casi familia. Al hilo de lo que contaba antes –para no perderme del tema-, cuando salí del metro vi las luces que iluminan las calles. Rosas, blancas, moradas, azules… y en diversas formas: estrellas, renos, poliedros y todo tipo de formas dignas de Picasso.
Dicen que la navidad la han inventado las multinacionales, y yo pienso que esta afirmación, si no completamente, puede ser cierta en parte. Por eso en El Corte Inglés colocan las luces tan grandes, y de formas tan preciosistas cuando asoman los primeros atisbos de Diciembre. Pero, a la vez, me gusta el ambiente navideño; la gente vive de otra manera, con una pizca más de ilusión. A veces, incluso, me imagino en algún rincón neoyorquino, como en las películas: patinando sobre hielo al pie del gran árbol –como si fuese un protagonista de Friends-; o en Londres, caminando entre la nieve y los almacenes Harrods, llenos de compradores compulsivos.
El invierno –incluida la navidad- es un periodo propicio para la lectura. Una época del año en la que leer con los pies pegados a la estufa es un placer incomparable. Yo, para hacer cierta esta afirmación, “en estas fechas tan señaladas”, leeré Canción de Navidad, de Charles Dickens; por si se me pega algo.

martes, 2 de diciembre de 2008

El exiliado de aquí y allá, de Juan Goytisolo

La última obra del reciente galardonado con el Premio Nacional de las Letras 2008, que continúa el libro Paisajes despúes de la batalla, escrito por él mismo en 1985. El personaje es el mismo que murió en aquella novela, asesinado en un atentado de los Maricas Rojos: el llamado Monstruo del Sentier. Para entender mejor la obra hay que tener en cuenta el hecho de que sea una segunda parte.
En esta novela, vuelve al Mas Acá de mano de las nuevas comunicaciones, y se comunica con "Alicia" y el resto de personajes -Monseñor y el rabino rasta, entre otros- mediante correos electrónicos de lo más surrealista.
Goytisolo pretende situar la historia en una especie de marco de pseudo-ciencia-ficción, que se asemeja enormemente a la vida real de las personas. En esta novela, trata de reflejar el miedo al terrorismo extremista, latente desde siempre en nuestra sociedad; aunque mucho más reactivado tras los atentados de Nueva York del 11-S.
Personalmente, no me gusta mucho el autor; ni tampoco me ha gustado en especial este libro; aunque he de reconocer que es una de las voces más reconocidas de nuestras letras. Pese a ello, considero que sería injusto no reconocer ciertos capítulos, dotados de una dosis de realidad tremenda, reflejando, por ejemplo, este miedo al islámico. Los ejemplos más claros de ello son el capítulo No estés donde no deberías estar, o un fragmento en el que habla de los turistas que hacen fotos en las ciudades, como potenciales terroristas que fotografían objetivos próximos. Además de un reflejo de la sociedad en cuanto al terrorismo, Goytisolo intenta tratar otros aspectos, como la situación de la mujer ("Cuentan y cuentan que condené a muerte a trillones de seres, pero me da igual"; dice en uno de los capítulos, en voz de una mujer).
No recomendaría este libro, porque el formato de relato cortos de ritmo rápido, hace que muchas veces no se llegue a entender bien el mensaje que intenta transmitir el autor; y las recomendaciones que he recibido de alguna de sus obras, han sido de las antiguas: Juan Sin Tierra, Señas de identidad...