A menudo, los humanos imploramos la presencia de héroes con superpoderes, alas o gran fuerza; sin darnos cuenta de que mucho más cerca, tan solo con mirar alrededor, podemos descubrir cientos de ellos, sólo que sus poderes no son tan perceptibles y precisan más atención por nuestra parte.
Un día, una profesora entró en el aula y sin mediar palabra escribió en la pizarra con letras grandes y subrayadas la palabra héroe. A continuación lanzó una pregunta al aire: ¿qué es para vosotros un héroe?; como la maestra de Soldados de Salamina.
Jamás pude responder esa cuestión y pienso que en el momento que sepa responderla, la persona a la que describa dejará de ser héroe. Un héroe tiene que ser alguien sencillo, no un superhombre. Para mi un héroe es mi padre, que se ha matado a trabajar para darme la posibilidad que tengo ahora y que él nunca llegó a alcanzar, ni por asomo. En esta línea, mi madre sería una heroína, por regalarme el mayor regalo, mi vida; y además por su lucha incansable contra un monstruo empequeñecido que recula hacia su guarida.
Un héroe de verdad no alardea de sus hazañas, como un padre de familia no alardea de su esfuerzo y se lo lleva al mundo onírico cada noche, para que su entorno no sepa de su sufrimiento. Exactamente igual que pasa con aquel que pese a la adversidad alcanza, día tras día, un paso más en la carrera, sin más ayuda que la de su moral y su afán de superación en la vida.
Muchas veces me cansé de repetir que los héroes no existen, pero ahora me retracto, sin más remedio. Los que no existen son los superhéroes. Los héroes son de calle y como los guerreros más leales, nunca alardean en exceso de sus victorias. Tal vez exista para ellos Troya... o Creta...
Un día, una profesora entró en el aula y sin mediar palabra escribió en la pizarra con letras grandes y subrayadas la palabra héroe. A continuación lanzó una pregunta al aire: ¿qué es para vosotros un héroe?; como la maestra de Soldados de Salamina.
Jamás pude responder esa cuestión y pienso que en el momento que sepa responderla, la persona a la que describa dejará de ser héroe. Un héroe tiene que ser alguien sencillo, no un superhombre. Para mi un héroe es mi padre, que se ha matado a trabajar para darme la posibilidad que tengo ahora y que él nunca llegó a alcanzar, ni por asomo. En esta línea, mi madre sería una heroína, por regalarme el mayor regalo, mi vida; y además por su lucha incansable contra un monstruo empequeñecido que recula hacia su guarida.
Un héroe de verdad no alardea de sus hazañas, como un padre de familia no alardea de su esfuerzo y se lo lleva al mundo onírico cada noche, para que su entorno no sepa de su sufrimiento. Exactamente igual que pasa con aquel que pese a la adversidad alcanza, día tras día, un paso más en la carrera, sin más ayuda que la de su moral y su afán de superación en la vida.
Muchas veces me cansé de repetir que los héroes no existen, pero ahora me retracto, sin más remedio. Los que no existen son los superhéroes. Los héroes son de calle y como los guerreros más leales, nunca alardean en exceso de sus victorias. Tal vez exista para ellos Troya... o Creta...