¡Qué ironía! -pienso ultimamente bastante a menudo. El paso del tiempo lo parece, la historia personal de cada hombre o mujer es puro sarcasmo. Los humanos somos, creo, bastante impredecibles. Tan pronto encontramos lo máximo como que nos quedamos bajo mínimos, sin nada que nos haga retomar la senda.
De esta forma, el cuento adquiere valores nuevos: el príncipe desea ser campesino, para no ser reconocido y poderse permitir el lujo del fallo; y el campesino desea ser príncipe, para así no tener que matarse a trabajar por comer una rebanada de pan de ayer, y poderse permitir el lujo del descanso... así es el ser humano. De la misma forma: aquel que besa los labios de una princesa de cuento anhela en lo más profundo de su ser rozar los labios de una criatura mágica nocturna; y sin embargo, aquel que duerme con la criatura mágica se enamora de la princesa de cuento. Imprevisible. Tan ocultos son estos pensamientos que sólo aparecen en la realidad más latente: el mundo de los sueños, el mundo freudiano; aquel que tantos quebraderos de cabeza nos regala sin pedir nada a cambio.
Somos incomprensibles, decía, porque paliamos nuestros miedos más profundos intentando destacar en algo. Así, hay quienes escriben textos, cortometrajes, hacen fotografías, regalan rimas a un papel, incluso leyendas o cuentos... porque se consideran unos perdedores; o quizás son unos perdedores por querer abarcar todas esas ciencias a la vez. Ironías.
Lo cierto es, que alguien de arriba tiene que estar riendose de la vida, como si se tratase ésta de una comedia negra de, por ejemplo, Woody Allen. Ría usted, el que habite allá, pues así todo este circo, al menos, habrá servido para ello.
De esta forma, el cuento adquiere valores nuevos: el príncipe desea ser campesino, para no ser reconocido y poderse permitir el lujo del fallo; y el campesino desea ser príncipe, para así no tener que matarse a trabajar por comer una rebanada de pan de ayer, y poderse permitir el lujo del descanso... así es el ser humano. De la misma forma: aquel que besa los labios de una princesa de cuento anhela en lo más profundo de su ser rozar los labios de una criatura mágica nocturna; y sin embargo, aquel que duerme con la criatura mágica se enamora de la princesa de cuento. Imprevisible. Tan ocultos son estos pensamientos que sólo aparecen en la realidad más latente: el mundo de los sueños, el mundo freudiano; aquel que tantos quebraderos de cabeza nos regala sin pedir nada a cambio.
Somos incomprensibles, decía, porque paliamos nuestros miedos más profundos intentando destacar en algo. Así, hay quienes escriben textos, cortometrajes, hacen fotografías, regalan rimas a un papel, incluso leyendas o cuentos... porque se consideran unos perdedores; o quizás son unos perdedores por querer abarcar todas esas ciencias a la vez. Ironías.
Lo cierto es, que alguien de arriba tiene que estar riendose de la vida, como si se tratase ésta de una comedia negra de, por ejemplo, Woody Allen. Ría usted, el que habite allá, pues así todo este circo, al menos, habrá servido para ello.
4 comentarios:
Muy bueno amigo, me ha gustado la vifurcación entre la criatura mágica y la princesa de cuento. Ese instinto que albergamos desde pequeños de quererlo tenerlo todo.
Como los artistas renacentistas con ganas de abarcarlo todo.
Un abrazo, continua así.
La vida es una cruel ironía que hay que saber sobrellevar con la mayor dignidad posible, sin agachar la cabeza pero evitando escupirle a la cara. No nos queda más remedio.
El campesino y el principe... es cierto
siempre queremos lo que tienen los demás, pocas veces nos conformamos con lo tenemos.
o también puede ser que queramos acaparar todo.
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