Existe allá por el sol una academia de música. Una academia de música de lo más variopinto en la que músicos de todo tipo se reúnen asiduamente, como si de un templo se tratase, para hacer aquello para lo que nacieron y que muchas veces tienen que relegar a un segundo plano.
A aquel lugar acuden desde una chica corriente de pelo dorado que sueña con ser princesa, hasta un acordeonista, como los de las calles bohemias de los barrios parisinos, que viste de negro y toca en una tuna que alegra las noches a la mismísima luna; pasando por un chico gracioso y alegre con un chorro de voz melodioso que ameniza las tardes calurosas, un pianista de enormes ojos que hace tocar, a través de la yema de sus dedos, el mismo cielo; o su alegre y dormilona compañera, que también toca el piano y que enamora a los demás con tan solo una sonrisa. Un médico aficionado a la música, un bailarin callejero que disfruta tocando su saxo y afinando su voz...
Al llegar a la puerta, el calor aumenta, la superficie es calurosa y, sobre todo en estos días lluviosos, invita a quedarse. En el umbral aguarda la madre de todos ellos, incluso mía, siempre con buenas palabras para recibir a sus chicos. Los profesores, graduados en las ciencias de las artes, son practicamente como unos alumnos más. Un chico no mucho más mayor que ellos, el aparente director de la escuela (porque allí nadie manda) les enseña y les dirige en su objetivo de crear una orquesta y representar un musical.
Creo que esta academia, situada en el punto más álgido del sol, merece una reseña y algo más que un simple texto. Allí la diosa Música campa a sus anchas, entre laureles y vitores, como en casa.
A aquel lugar acuden desde una chica corriente de pelo dorado que sueña con ser princesa, hasta un acordeonista, como los de las calles bohemias de los barrios parisinos, que viste de negro y toca en una tuna que alegra las noches a la mismísima luna; pasando por un chico gracioso y alegre con un chorro de voz melodioso que ameniza las tardes calurosas, un pianista de enormes ojos que hace tocar, a través de la yema de sus dedos, el mismo cielo; o su alegre y dormilona compañera, que también toca el piano y que enamora a los demás con tan solo una sonrisa. Un médico aficionado a la música, un bailarin callejero que disfruta tocando su saxo y afinando su voz...
Al llegar a la puerta, el calor aumenta, la superficie es calurosa y, sobre todo en estos días lluviosos, invita a quedarse. En el umbral aguarda la madre de todos ellos, incluso mía, siempre con buenas palabras para recibir a sus chicos. Los profesores, graduados en las ciencias de las artes, son practicamente como unos alumnos más. Un chico no mucho más mayor que ellos, el aparente director de la escuela (porque allí nadie manda) les enseña y les dirige en su objetivo de crear una orquesta y representar un musical.
Creo que esta academia, situada en el punto más álgido del sol, merece una reseña y algo más que un simple texto. Allí la diosa Música campa a sus anchas, entre laureles y vitores, como en casa.
4 comentarios:
Precioso, macho, muy bueno.
No que cabe la menor duda de que ese sitio existe.
Un abrazo
ju... me encanto! campa al igual q la imaginacion y el ingenio por tu mente... =D
ese sitio me suena...
es una forma increible para describir un lugar.
un besazo
Con permiso, te cojo prestada esta entrada para publicarla en mi blog... Una escritora/violinista aficionada no podía pasar por aquí y permanecer indiferente.
Espero que no te importe ni te moleste (por supuesto, dejaré la reseña de tu blog como fuente del relato). Si prefieres que no la publique, sólo tienes que decirlo.
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