jueves, 30 de abril de 2009

José Agustín Goytisolo (1928-1999)

Uno de los poetas con más sentimiento que he leído nunca. Y esta semana todo me recuerda a sus poemas.

A veces

A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.

A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona que amas y eso te da un tremendo escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.

A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.

A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que en vida fue tu amigo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.

A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener el poder necesario para ordenar que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces
sólo a veces gran amor.

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
Un hombre solo una mujer
así tomados de uno en uno
son como polvo no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella tu verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Hija mía perdóname no sé decirte
nada más pero tú debes comprender
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.

Hazlo ahora


Muchacha si le amabas
no te vayas así, di que te esperan
que debes regresar pero que estás
alegre por las horas que has vivido
como dentro de un sueño;
declárale que a veces pensarás
en su rostro de lluvia

en sus papeles o un su fantasía:
hazlo ahora, aún es tiempo,
ya que quizás algún día,
cuando estés en otros brazos
te acuerdes de él con repentino amor
y no puedas llorar aunque lo intentes.



Artículo más extenso sobre J. A. Goytisolo publicado en Opinar.net.

miércoles, 29 de abril de 2009

Mala suerte, de Juan Aparicio-Belmonte



Un ex-legionario fan de Sabina, que se autodenomina de la margen izquierda, un abogado que visita el psicoanalista, y una comisaria despampanante. Esos son los personajes de la novela Mala suerte de Juan Aparicio-Belmonte, además de algún secundario muy interesante, como el novelista novio de la comisaria. Los ingredientes: intriga, misterio y, sobre todo, mucho humor, que hacen de estas páginas una lectura realmente interesante.

Mala suerte, ganadora del I Premio de Narrativa de Caja Madrid, transcurre en las calles de Madrid. La trama se activa con el asesinato de un prestigioso actor de teatro, Fabio Cotta, y su amante, en un piso de Madrid. El actor, del que uno de los personajes asegura que es el único español que merecía la pena, aparece muerto a golpes en su cama.
A partir de entonces entra en juego el resto del reparto -hablando en términos teatrales-: el abogado Esteban recibe una extraña visita a altas horas de la noche en su despacho, mientras que la comisaria Sarita Lagos recibirá la llamada que la haga acudir a investigar el asesinato.
El autor escribe la novela en tres personas, una para cada personaje, lo que hace que la lectura de sus páginas se torne muy fluida y amena. El gran manejo de las tres personas, junto con la trama policíaca clásica, con grandes momentos y conversaciones en la consulta del psicoanalista Fernando, convierten a Mala suerte en una novela realmente divertida, y a su autor, en uno de los escritores de nuestras letras que conviene tener en cuenta y no olvidar desde ahora.

domingo, 26 de abril de 2009

Desasosiego

Llueve constantemente. Desde aquella noche fría las gotas no delegan de repiquetear en el cristal de la ventana. Ya me he acostumbrado a su serenata pesarosa. Llueve, como si el agua estuviese castigando la ciudad, que recomienza a desteñirse. Llueve como si el espíritu de capitales como Londres o Lisboa hubiese tomado el cuerpo intangible de Madrid. Llueve de forma desasosegada. Y yo, mientras, llevo desde ayer sin quitarme una imagen de la cabeza.
Es una fotografía tomada en La Habana en el año 1954, en la que aparece una prostituta en un antro de mala muerte, con la mirada perdida en unas cuantas copas y una botella semivacía. Se me quedó cincelada en la memoria por varias razones. Estoy leyendo estos últimos días algunos de los fragmentos que legó Pessoa en su Libro del desasosiego –en el que tanto habla de lluvia, por cierto. Pues bien, al advertir la instantánea pensé que ella podía ser la perfecta representación icónica de dicha palabra.
La palabra en cuestión se me antoja muy sentimental. En muchos intervalos no sé cuál es la sensación que empantana mi cuerpo, cuando tal vez esté sufriendo ese desasosiego del que hablamos. Lo cierto es que la mujer de la imagen encierra mucho más de lo que muestra. Su mirada perdida así lo corrobora.
La fotógrafa supo captarla, pero bien es cierto que todo lo que oculta no lo recoge el retrato, acaso su creadora. A veces me gustaría poder saber los desvelos que esconde una fotografía de Eve Arnold, una novela de Stefan Zweig, una pintura de Picasso, un poema de Alfonsina Storni, o simplemente tu profunda mirada.


Prostituta en un bar de La Habana, 1954
Fotógrafa: Eve Arnold

jueves, 23 de abril de 2009

Siempre vuelvo a Madrid

Siempre vuelvo a Madrid, siempre repleto. La gente concurre el centro a todas horas. Miles de vidas se cruzan cada minuto en puntos del atlas de la capital. Y los coches desmerecen la claridad del cielo en un día como hoy. Es lo único -creo- que detesto de la ciudad. Me encanta su ambiente, su Malasaña, su gente, su Puerta del Sol, su calle Huertas, su cultura… pero aborrezco enormemente su terrible caos circulatorio.
El gentío se concentra en sus calles de edificios monumentales con gamas claras. Hoy es el día del libro, el 23 de abril. Sant Jordi: libros y rosas, también para nosotros. Se conmemora la muerte de tres grandes escritores: Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega y William Shakespeare. Parándose a pensar, la vida es como una obra digna del dramaturgo británico, se trasunta con cualquiera. Uno cuenta sus historias tantas veces, que al final pasa a formar parte de ellas.
No sé, ni por asomo, lo que nos motivó a estar cruzando el barrio de las letras, desvariando conversaciones sobre argumentos para una posible película, mirando los escaparates de las librerías y charlando sobre literatura contemporánea –por ejemplo-, sobre tu tierra, mi ciudad, nuestro café. Juntos, como dos desconocidos que se conocen bastante bien.
Tu libro, tu presente, lo llevo en mi chaqueta. La rosa te la debo, sólo por un momento. Como tantas otras cosas. Esta mañana se nos quedaron las palabras en aquel café, a media mañana. En el café de nuestra juventud. En aquel que amparaba y escupía –a la vez- a las calles de algún barrio de Madrid a los escritores desvalidos y a los poetas fracasados. Aquel lugar en el que, enfrente de ti, me perdí entre tus miradas, y juramos no fallarnos nunca el uno al otro, sin saber si seremos capaces.
Se me olvidó encima de la mesa –y me di cuenta tarde-, una libreta con algunas anotaciones. Siempre suelo llevar una, pero esta vez estoy preocupado: tenía esbozados en ella alguno de mis sueños. Espero que tú te hayas dado cuenta, y que pronto, cuando ya no busque encontrarla, y lleve tu rosa en la mano, me la confieras sonriente. Y espero que no seas parte de una de mis notas. Y si así fuese, que esa fantasía dejase de serlo en ese preciso instante. Siempre vuelvo a ti.

martes, 21 de abril de 2009

La otra orilla, de Julio Cortázar

"Cortázar, su obra y su actitud seguirán marcando rumbos, abriendo camino, y los lectores, los de hoy y los de mañana, seguirán acudiendo a sus páginas como quien penetra en un mundo en que la realidad es un descubrimiento, y la fantasía, un hecho cotidiano".
Mario Benedetti



Así habla el poeta en la contraportada sobre la figura de Cortázar. No es la primera vez que comento alguno de sus libros, ¿qué puedo decir sobre su literatura? Poco queda ya por reseñar de su obra. Simplemente es fantástica, genuina.
En La otra orilla el escritor nos muestra sus primeras incursiones en el género del relato, que lejos de ser mediocres, ya desvelan la virtud que ostentaba Cortázar, y que dejaría patente en su gran obra narrativa: Rayuela. Estos relatos escritos entre 1937 y 1945 detallan la increíble imaginación del escritor, con manos que crecen por momentos, limpiadores de estrellas, amores entre vampiros, y todo tipo de cosas.
Merece la pena pasar unos ratos, breves, con este libro entre las manos. Para más ventajas, es de rápida lectura y los relatos no tienen correlación entre ellos, por lo que puedes leerlos espaciados en tu tiempo. Todo son puntos positivos. Ya me contaréis si decidís leerlo. Os gustará si os gustó su obra culmén en relatos cortos: Historias de cronopios y famas.
Cortázar tiene un manejo de la lengua exquisito. Para terminar -igual que empecé- utilizaré unas palabras, esta vez de Gabriel García Márquez: "Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción".

sábado, 18 de abril de 2009

Tiempo al tiempo

En mitad de la noche comienza el baile. Suena una voz de mujer, melodiosa. Voz de susurro -la consideraría yo-, de esas que están perfectamente diseñadas para que suspiren la canción en tu oído y la hagan inolvidable. Dice, la letra, que al tiempo hay que darle tiempo. Me transporto enseguida dentro de su espiral. Verdaderamente, me resulta fascinante, a veces, mi capacidad de abstracción, de viaje condicional, astral si así lo deseas.
Ahora puedo encontrarme, por qué no, en un club en el que se toca blues y soul, y en el que su chorro de voz de susurro alumbra todos los recodos de nuestras almas. El hielo se está liquidando en mi vaso. Tengo que terminar ese ron, apurar el último trago. O tal vez, ir a la barra de bar del salón de mi casa –qué gran idea la que tuvo mi padre al comprar ese mueble, antes de que yo naciese- y ponerme otro con más hielo. Entra suave, como la escritura, como el blues.
He caído en el juego. En la suma y la separación de las noches y los días, ambos gobernados por tu cuadro de ausencias. Los días regidos por un olvido forzado y rápido de aquello que envolvía tu cuerpo, inclusive las sábanas de mi cama; y las noches tuteladas por el inoportuno recuerdo de todo ello, recostado entre esas mismas sábanas. ¿Alcohol para olvidar? No. Alcohol para que la no presencia se torne alegre.
Lo peor es que creo, nuevamente, que voy encaminado a la derrota, y es difícil invertir la jugada. Al menos vuelvo a tener unos minutos de ron con hielo, ahora sí. Algo saco en positivo. Y palabras, hasta que se consuma el tiempo. “Yo te ayudaré a recuperar tus sueños” –me dice su voz de susurro. He tomado su palabra, aunque ella sólo sea una foto mental de la imagen que me crea, en la imaginación –no es un juego de palabras-, su hilo de voz.
El reloj marca la 1:56, aunque no sé si es fiable; me da la impresión de que los minutos cada vez se vuelven más parsimoniosos; como si de cada dos, sus agotadas manecillas transitasen sólo uno. Al parecer, el encargado de fragmentar nuestras vidas también se cansa. Ahí es donde entras tú, en la ausencia de tiempo y la necesidad de ocupación de un espacio. Como dice su gran voz, su blues, “daremos tiempo al tiempo”, palabras al vaso de cristal, y ron con hielo al papel y a la retentiva.

miércoles, 15 de abril de 2009

El mundo, de Juan José Millás

"Hay libros que forman parte de un plan y libros que, al modo del automóvil que se salta un semáforo, se cruzan violentamente en tu existencia. Éste es de los que se saltan el semáforo".



De esta manera habla Juan José Millás sobre su última novela, que le valió el Premio Planeta del año 2007. Con fuertes trazos autobiográficos, Millás nos sumerge en los recuerdos más profundos de su infancia, de la mano de su imaginativa prosa.
A través de esta novela conoceremos El mundo del escritor, desde que vivía en Valencia hasta prácticamente la actualidad. Son destacables algunos episodios que cuenta entre sus páginas, como el del barrio de los muertos, las historias de su amigo el Vitaminas o las cenizas de sus padres.
Como mago de las ocurrencias y la imaginación, Juan José Millás encadena una serie de hechos e imaginaciones, sin estructura aparente, para dejar un testimonio exquisito de su vida. Su escritura es magnífica, algo densa en algunas ocasiones, pero magnífica en su totalidad. El autor deja entrever lo que es el mundo: un territorio hostil, en ocasiones, al que nos acomodamos como podemos teniendo en cuenta las posibilidades.
En definitiva, una novela provechosa y muy entretenida de un escritor con una imaginación desbordante y totalmente envidiable.

domingo, 12 de abril de 2009

Póngame un café. Solo, por favor

- Póngame un café. Solo, por favor.

Si conoces algo de mí ya habrás descubierto que el café no lo perdono. Es mi gran vicio confesable. Muchas veces me gusta jugar, conmigo mismo, a averiguar cómo es cada persona según lo que toma en un bar, o en cualquier sitio. Es similar a cuando juego a inventarme la vida de las personas que me rodean y que la mayoría de veces ya no vuelvo a ver nunca.
Este es un médico casado e infiel, aquella mujer es actriz de teatro y está enamorada en silencio de su personaje. El de más allá es estudiante de filosofía y letras, pero sueña con llegar a ser novelista algún día. Es un enamorado de la vida. Pues con esto es algo semejante.
El que bebe café con leche y dos azucarillos gusta de edulcorar su vida, trabajosa, con cierto decoro. Y aquella muchacha que bebe ron con hielo, apuntalada en la mesa contigua al piano sin solista, simplemente inunda alguno de sus desvelos con esa bebida.
El café se toma según, a veces, el estado de ánimo. Siempre lo semejo con la vida, así sin más. En ocasiones esta tiene sus momentos dulces, café bombón o con leche y azúcar. Para los momentos tristes o nostálgicos, el café solo, sin hielo ni azúcar, amargo, para degustar mejor su condición. Para momentos intermedios existen combinaciones múltiples, aunque yo suelo recurrir al café con hielo, áspero y a la vez suave, la vida y a la vez la muerte.
Posiblemente sólo sean juegos, sí, lo sé. Pero mientras te tomabas un alto en cualquier cafetería, ¿no lo has practicado alguna vez? ¿Nunca has considerado lo mismo que yo? Piensa que la vida no es más que un café, sin azúcar ni hielo, y una canción de Sabina. Y, si acaso, para algunos unos cuantos cigarrillos. Y yo, que todo lo escribo...
Siento dejarte, ¿te invito a un café?

domingo, 5 de abril de 2009

Cuenca para dos

Recordamos, algunas veces, lo que no hemos vivido. Mejor incluso que aquello que sí. Yo tiendo a recordar siempre aquello que me parece bonito, lo cual es un problema, pues trato de buscar siempre lo bonito de las cosas. En cualquier pequeñez. Algo que a cualquiera le parezca una nimiedad, a mi me puede estar pareciendo maravilloso, sin que nadie lo sepa nunca.
Los recuerdos alimentan la vida de las personas. La mente es libre y, a menudo, gusta de estar vacía, en un estado similar al reposo. Para eso se inventaron las artes, y también la memoria. Siempre añoro las tardes en el parque con los amigos que se fueron dividiendo, y eso hace que saboree los buenos ratos con los que lo son ahora. Ahí un ejemplo de como sustentan la vida de los humanos.
A menudo sabes que estás creando un recuerdo cuando lo que estás viviendo te supera. No puedes controlar la situación, te ves desbordado, y entonces lloras -sin razón o con ella-, ríes a carcajadas, incluso sin saber por qué... Esos momentos nunca se borrarán de tu cerebro, jamás, y tú y yo lo sabemos ya.
Estos dos últimos días he visitado Cuenca. Guardaré buenos recuerdos de ella, seguro. Parece que no haya sufrido paso del tiempo alguno, como si se encontrase similar a años atrás, con su catedral de cuento, su puente de leyenda y sus casas en el vacío existencial. Recuerdos, yo guardo una historia en la torre del reloj, bajo llave, y ahora ya en ruinas.
Una persona no sabe nunca si por dentro está completamente en ruinas, hasta que le sobrevienen imágenes de otro tiempo -cercano o lejano- a la imaginación. Hasta entonces nadie sabe que está en esa terrible condición. Material de derribo. Mientras tanto, camina solo, sin apenas pensar en nada, ni en cómo, ni en cuándo. Solo.
Siempre recordaré Cuenca, y lo que he podido dejar en ella, impregnado en sus calles y en su ambiente, olvidado en los iris de tus ojos, oculto en la Ciudad Encantada. Cuenca, nuestra ciudad perdida, donde entonces nos veremos a la luz cálida de una casa roja, cuando tú no quieras a nadie más que a mí en el mundo, y cuando yo atraviese malos momentos. Cuando sólo nos queramos ver. Tú. Yo. Sin circunstancias. Sin rencor. Sin odio. Sólos tú y yo, en la ciudad perdida y encantada.
Y recordaremos una noche, tiempo atrás, en la que yo me senté debajo de un sauce, y le acompañé en su labor, silencioso, y tú me besaste el llanto, solamente porque aquello nos estaba pareciendo precioso. Aquella noche en la que supimos que el amor estaba en otro nivel, y que habíamos superado esa muralla que nos separaba de él. Y nunca se había escrito ni una sola línea sobre una noche tan bella. Jamás sabremos lo que nos hemos dejado en Cuenca. Nunca. Tan solo sé que allí se me extravió la mejor noche, a la tenue luz de tu mirada, perdida en la arboleda, y preciosa. Se me perdió la mejor noche, como si fuese la última.