miércoles, 30 de julio de 2008

El perfume de la literatura

Destapé entonces el tarro de las esencias que guardaba bajo llave, como si de la caja de Pandora se tratase. Pero, ¿qué perjuicio podría ocasionar al mundo ese aroma tan característico y único? Las páginas se deslizaban, sin ningún orden, y yo, con los ojos cerrados, perdido en otros mundos y ciudades; saboreaba con una sonrisa aquel olor, que no acertaba a comprender que aún no se hubiese enfrascado.
Ese olor a letras, papel, palabras, tinta, plumas... El perfume de la literatura.

Escrito el 27 de Julio de 2008, en Punta Umbría (Huelva).

86 años

En una estancia vacía cierro con fuerza mis ojos y allí te encuentro esperándome. Conversamos entonces en una conversación que jamás existirá:

- Felicidades abuelo -digo al besarte en la mejilla.

- Gracias hijo -contestas tú, desde lo más profundo y latente de algún rincón de mi memoria a largo plazo.

- Te estoy hablando desde la playa, la brisa me roza la cara, ¿y tú? Supongo que estarás de vacaciones...

No contestas. Vuelvo a hablarte:

- Habrás visto el mar, ¿no?

Vuelves a callar, pero esta vez sonríes. Espero el truco impaciente. Te veo acercar la mano al bolsillo y me muestras una concha de mar. Ahora ríes a carcajadas, como cuando era aún niño y no lograba entender tus trucos.
Hoy todavía lo soy. Feliz cumpleaños abuelo. Allá donde estés.

Escrito el 26 de Julio de 2008, como homenaje a mi abuelo en el día en el que cumpliría 86 años.

Frente al mar

Después de casi un año volvemos a encontrarnos. Esta vez algo es diferente: tenía, por lo menos, el doble de ganas de estar de pie frente a tu inmensidad. Además necesito algo de ti: que me ayudes. Este año en que no te he visto ha transcurrido lento y cargado de cosas nuevas e inesperadas, sobre todo estos últimos meses; siento no haber podido contartelo antes, espero que sepas perdonarme. Por esta razón, hoy frente a ti, me encomiendo a tu consejo.
Nadie sabe cuanto deseaba este reencuentro. Bueno... quizás alguien si que lo supiese. Anhelé a menudo que volvieses a rozar mis tobillos, como si me tratases de pedir algo; para terminar abrazándome después...
Ese abrazo con sabor a sal, humedad y arena...

Escrito el día 21 de Julio de 2008 en Punta Umbría (Huelva), frente al mar.

Brooklyn Follies, de Paul Auster

Cuando marché a mis vacaciones dejé una cosa por escribir porque no tenía mucho tiempo ya, y quería hacerlo con tranquilidad. Brooklyn Follies es un magnífico relato en primera persona que constituye uno de los mayores alegatos por la vida que he leído en mis 20 años.
Tras sufrir un cáncer de pulmón y, en otro sentido, un divorcio traumático después de 30 años de matrimonio; Nathan decide trasladarse a Brooklyn, su antiguo barrio, para encontrar allí el sitio más adecuado para esperar su inminente muerte. Al fin y al cabo, ya no le queda nada en la vida por lo que permanecer jugando al juego. Para esperar su hora Nathan llevará a cabo un libro, El libro sobre el desvarío humano, en el cual recogerá diversas historias que considera curiosas para figurar en este libro.
En Brooklyn encuentra a su sobrino Tom, un hombre igualmente decepcionado con la vida, con el que comenzará a charlar a menudo y a frecuentar el bar del barrio, llegando incluso a "medio enamorarse" de la camarera Marina. Paul Auster ofrece multitud de historias en el libro (Lucy, Aurora, la B.P.M, Bella y Perfecta Madre; Harry Brightman...), que giran en torno a Nathan y que le hacen descubrir que a lo que ha ido a Nueva York no es a morir, sino para aprender a vivir otra vez.
Si tuviese que destacar una idea de este libro, aunque me costaría, eligiría el Hotel Existencia (yo a esta especie de mundo evasor lo llamo Atrapasueños). Y es que, creo que todos tenemos una especie de lugar imaginario en el que evadirnos de la aplastante realidad.
El tan odiado y venerado Auster nos da una historia repleta de matices que nos haran apreciar aún más nuestra propia vida; y que nos ayudará a tener en cuenta sólo los problemas de verdad. Una magnífica obra que recomendaría a cualquiera. Como dije antes: un genial alegato a la vida.

sábado, 19 de julio de 2008

La chica de la sala verde

En aquel hospital me encontré metido por completo en una situación surrealista, increíblemente surrealista. Me encontraba de acompañante en la sala de tratamiento. Una enorme sala en la que un largo corredor con sillas a los lados inunda la visión de todo el que allí entra. En esas sillas, las personas que necesitan el tratamiento se sientan a esperar la dosis de ese pequeño veneno que les mata por momentos para hacerlos resucitar después. Algo realmente extraño. La verdad es que eso ya me sorprendió –yo pensaba que la quimioterapia era una especie de máquina, como las de las resonancias magnéticas o algo así… ¡Qué ignorancia la mía!
Pues allí estaba yo, dentro de ese cúmulo de rarezas. Cuando miré alrededor me detuve al cruzar la vista con una joven chica (no tendría más de 35 años), que estaba recibiendo su tratamiento. La muchacha tenía un cuerpo extremadamente delgado, parcialmente consumido y pese a devorar vorazmente numerosos sándwiches; su aspecto era algo decrépito. Sin embargo, la chica no parecía estar mal, dentro de su situación: una pelea constante contra un vil cangrejo, que le mantenía débil por momentos y le había echo cambiar su peinado fortuitamente por otro, bastante parecido y que no le quedaba mal, a decir verdad.
Así fue mi primera impresión y pensé que sería la última, pero no. A los pocos minutos volví a mirarla: me llamaba la atención que, pese a su decadente aspecto, mantenía la belleza de la que gozaba antes de sufrir el ataque del cangrejo; y su sonrisa era preciosa, por lo que obsequiaba con ella a toda persona que la mirase. Algo en su cuerpo actuaba como si no quisiese dejar escapar la totalidad de ella; y dejar un resquicio del bello aspecto que había tenido tiempo atrás, para volver a adquirirlo cuando venciese su particular batalla. Como si la belleza se aferrara a su cuerpo con uñas y dientes para no caer en el agujero negro que supone el olvido.
Pensé para mis adentros que era la bella encarnación real de la novia cadáver, imaginada años atrás por Tim Burton. Pero no una encarnación de fantasía, sino el aspecto que tendría en la realidad. Esa idea me rondó la cabeza unos minutos, y la chica me pareció aún más curiosa e interesante. Mientras seguía comiendo.
En más de una ocasión me sonrió, porque creo que ella también se dio cuenta de que la miraba desde que había entrado. ¿Habría pensado que la miraba porque me resultaba rara? No lo parecía.
Aquella situación llegó a su fin, y la persona a quien acompañaba terminó su sesión. Nos levantamos y al levantarme volví a mirar hacia su silla. Allí seguía esperando pacientemente. Un “hasta luego” y otra leve sonrisa, para después salir de la sala hasta la próxima sesión. Me gustaría volver a encontrarme con la chica y preguntarle qué tal le está yendo el tratamiento. Quizás la próxima sesión le regale una rosa, para que deje ver su sonrisa…

viernes, 18 de julio de 2008

Atrapasueños

- Alomejor ahora mismo ahí arriba hay otras cuatro personas, tiradas en un césped como nosotros, hablando sobre esto mismo -dijo Óscar, el que estaba tumbado más a la izquierda.

- Si, claro. Eso es imposible, no te montes pelis, aunque pensándolo bien... -contestó la chica de la derecha, Ana.

- Hombre, no sé si será verdad o mentira, pero a mi me inquieta bastante -repuso el que menos había hablado hasta el momento, que se llamaba Sergio.

- ¿Tú qué opinas, Silvia? -preguntó Ana.

- No sé, estoy tan agusto y tan tranquila que sólo escucho. Me gustan estos momentos -contestó.

- Ya, pero alguna opinión te habrá surgido... -inquirió Óscar.

- Pues hombre, puede ser posible, pero... ¿entonces ahora mismo me estaría mirando a mi? -preguntó con un tono de voz casi imperceptible.

- ¿Quién sabe? Alomejor trata de ver algo más allá de las estrellas... como tú, pero quizás no alcance a ver nada y no consiga verte -fue la contestación de Ana.

- Yo creo que no existe, pero es exactamente igual, no tendría sentido... ¿dos mundos iguales? -propuso Sergio- No, eso no puede ser. Si el lugar existe será un lugar con las mismas personas que en nuestro mundo, pero las relaciones cambiarían, no serían iguales. Mismas personas, pero distintos amigos, distintos amores... Las personas podrían llevar a cabo allí los sueños que no se atreven a comenzar en este mundo -sentenció.

- Como una especie de fábrica de sueños rotos -se aventuró a decir Silvia- Quizás ese planeta se llame Atrapasueños -concluyó con un tono de felicidad... y de esperanza.

jueves, 17 de julio de 2008

El piano, de Jane Campion

Cuando me hablaron por primera vez de esta película no lo hicieron con palabras. Fue con música, con su banda sonora; y quien la tocaba, por aquel entonces no era más que un simple amigo, pero ahora es mi hermano, mucho más allá de eso. Desde aquella tarde esa canción se instaló en un rincón de mi cabeza, y a menudo sale a la superficie, para relajarme. Recuerdo haberla escuchado tocada por él, en multitud de entornos, cada cual más propicio.
Es impresionante como en torno a un piano se puede llevar a cabo una extraordinaria obra como esta. Todos los apartados son geniales: fotografía, reparto, con Sam Neill, Holly Hunter, Harvey Keitel y la pequeña Anna Paquin. La historia comienza cuando Ada (Holly Hunter), muda desde los 6 años, es vendida en matrimonio a Allisdair Stewart (Sam Neill). Así, con su hija y su piano llegan en barco a Nueva Zelanda, donde les espera Stewart. Sin embargo, a su llegada, su futuro marido impide que el piano sea llevado a casa y lo deja abandonado en la playa.
Poco después será recuperado por un vecino amante del sonido de este instrumento, George Baines, interpretado por un soberbio Harvey Keitel; que propondrá un pacto un poco extraño a Ada para que recupere su piano: cada vez que pase una tarde con él, recuperará una parte de su piano y podrá tocarlo en esa tarde. Poco a poco, este extraño pacto pasa a convertirse en un atisbo de amor, que cambiará por completo el hilo argumental de la película.
Sin duda, es una bellísima película, con una perfecta fotografía (destaco las escenas en las que el piano se encuentra aún en la playa) y una magnífica interpretación por parte del reparto, con dos oscars: el de la niña, Anna Paquin, a la mejor actriz de reparto, y el de Holly Hunter, que se llevó el Oscar a la mejor actriz principal, por su gran papel. Resulta increíble como, sin decir ni una sola palabra en las dos horas, consigue impactar y hacer sentir su dolor y su situación al público. Además, la película regala una magnífica banda sonora, interpretada por el pianista Michael Nyman, con una melodía estelar y especialmente preciosa.
Concluyo. Si no habéis tenido la ocasión de ver esta película os aconsejo que lo hagáis cuanto antes, pues es una verdadera joya. Y si conocéis algún pianista que no la haya visto, recomendarsela, seguro que le encanta.

martes, 15 de julio de 2008

Tres rosas amarillas

Tres amigos amantes de los cuentos hablaban sentados en un banco de la ciudad. Entre ellos, no tenían mucho en común (distintos trabajos, motivaciones...), sólo una cosa: el amor al genero literario del cuento. Eso y una preocupación compartida; la decadencia del mismo en los últimos años. Cada vez que acudían a alguna librería a buscar algún ejemplar, la respuesta era un no, o simplemente el desconocimiento absoluto.
Esta fue la razón que les impulsó a crear una librería, pero no una librería convencional; la suya se dedicaría en exclusiva a los cuentos. Sí, una librería de cuentos. Para que no se pierdan en el más profundo olvido. Para salvar del paso del tiempo a Cortázar, Poe, Dickens o Borges... entre otros.
Y, ¿qué mejor nombre para una librería de cuentos que el de un propio relato? De esta manera, su particular recodo destinado a la literatura se llamaría Tres rosas amarillas, como el relato de Raymond Carver que recrea la muerte de Antón Chejov, otro flamante escritor de cuentos (y que también es recreado en el escaparate).
Así pues, el lugar elegido fue el céntrico barrio de Malasaña, cerca de la plaza del Dos de Mayo, en Madrid. Pienso, personalmente, que es fundamental mantener estos géneros y las librerías clásicas, en las que el librero sabía aconsejar pequeñas joyas al lector, y no eran las máquinas (con sus grandes bases de datos) las que almacenaban los relatos.

lunes, 14 de julio de 2008

Wittgenstein y el poder de las cicatrices

Una mañana me puse a pensar sobre la huella que dejan en nosotros las cicatrices, y la importancia que adquieren en nuestras acciones posteriores. Cualquier acción en la que hayamos sufrido un percance, y haya quedado una marca en nosotros; no se vuelve a repetir de la misma forma que la primera vez, sino que es condicionada por ellas. Da igual que éstas sean cicatrices recientes o cicatrices de tiempos remotos, el resultado es practicamente el mismo.
Aquella mañana, había estado leyendo una historia sobre esto en el libro de Paul Auster, Brooklyn Follies. En ella, el autor explicaba un episodio de la vida de Wittgenstein. Decía que tras un largo periodo y tras observar los horrores de la guerra mundial, el filósofo creyó haber resuelto todos los problemas de la filosofía. De esta manera, Wittgenstein entró de maestro en un pueblo en las montañas de Austria. Sin embargo, el filósofo no tenía cualidades para ejercer la docencia, y no soportaba que los niños no supieran la lección. Entonces, entraba en cólera y maltrataba a los alumnos de forma muy severa. Esto llegó incluso a originar grandes traumas a los niños de la escuela. Al correrse la voz de estos maltratos, Ludwing Wittgenstein tuvo que dejar el colegio.
Con el paso de los años, el pensador vivía en Cambridge y sufrió una crisis espiritual de la que, según él, sólo podría recobrarse si pedía disculpas a todos y cada uno de los antiguos alumnos a los que causó aquellas lesiones. Así pues, se lanzó a la búsqueda de éstos y, puerta por puerta, fue ofreciendo sus disculpas, llegando incluso a suplicarles de rodillas. Sin embargo, y pese a esta actitud, el penoso recuerdo de los niños (ya adultos) era mucho más fuerte que la intención de perdonar al maestro, y ninguno de todos a los que llegó a dirigirse le perdono.
Esta historia es una muestra del poder de las cicatrices en la mente del ser humano. La gran mayoría de ocasiones parece que están ocultas, pero a la hora de la verdad, reflotan indicandonos en ocasiones el peligro, condicionando en otros casos nuestras decisiones.

viernes, 11 de julio de 2008

Musas de a pie

Allí seguía él, un enamorado de las sonrisas y los cantos de sirena, en el momento en el que sus miradas decidieron cruzarse por algún tipo de azar. Ella se fijo en que, entre sus manos, sostenía un libro, y él se percató de que se fijaba en ese detalle. Le gustaría leer. "¡Qué chica tan guapa!" -pensó para sus adentros. "¡Y qué preciosa sonrisa!" -añadió el pensamiento en respuesta. En ocasiones, los días de un fracasado artista en una gran urbe se alegraban con pequeñas cosas como este fugaz encuentro. Sólo había que saber distinguirlas.
En un instante concentró toda su atención en mirarla, de arriba a abajo, ya que pensó que podría tardar mil años en volver a verla, o que quizas no la volviese a ver nunca. Ella también cayó en la cuenta de que la estaba mirando, y sonrío picara y alegre. No la importó, porque la mirada era tierna y cálida. Era una mirada agradable, que la hizo sentir atractiva y hermosa.
Tras un cruce de palabras y un par de sonrisas de a pie, la muchacha siguió su rumbo con aires de femme fatale en una noche de verano; y el chico volvió a su libro. Más tarde confesaría que aquella vez miró otra vez, para verla marchar, pero ella no se dió cuenta. A veces las musas caminan entre las multitudes.

lunes, 7 de julio de 2008

Fobias, miedos y temores

Uno de los mayores efectos que puede experimentar el hombre es el miedo. El miedo hace que no reaccionemos. Muchas conversaciones cargo a mis espaldas sobre este sentir, mucha tinta he derramado escribiendo sobre este tema, muchos errores he cometido en mi existencia debido al miedo.
Existen, como seguramente conozcáis, muchos tipos de temores. Desde mi particular punto de vista el peor de ellos es el miedo al fracaso, ya que ese miedo es el único que creo que puede trastocar una vida de pies a cabeza, del 1 al 31 de cada mes... Pero no sólo ese miedo es fatal. Todos, en cierta medida, lo son. El miedo a perder a un ser querido, al futuro (sufrido por gran cantidad de jóvenes); al cambio, sobre el que escribió hace no mucho tiempo mi amiga María en su blog; el temor a amar sin ser correspondido (¡con lo bello que es amar!), a la muerte (es tan fácil morir que tiemblo sólo de pensarlo, dice una canción); o incluso, el miedo al propio miedo.
¿Cómo superar los miedos? ¿Quién esconde bajo llave ese secreto? Creo que el miedo no es superable y siempre existirá, ya que es un mecanismo de adaptación al propio medio en el que se desenvuelve el humano, como una protección inducida. Además sirve para interiorizar la cultura, ya que el miedo también es insertado en los individuos a través del aprendizaje.
Un día, hace muchos años, un genio apellidado Shakespeare le dijo a alguien: "De lo que tengo miedo es de tu miedo". Acertadísima expresión.
Y es que el que teme sufrir, al final acaba sufriendo de temor.

domingo, 6 de julio de 2008

La interpretación de los sueños

Siempre que dedico mi tiempo a pensar, mis divagaciones terminan por llevarme a hablar de sueños. ¿Qué es un sueño y por qué razón que no acertamos a entender ocupa tanto espacio en nuestra mente? Pues bien, tras mucho pensar no llego a una conclusión que aclare mis ideas. Esta cuestión podría tener multiplicidad de respuestas.
Así, los sueños podrían ser la meta de un largo camino: el premio. Al fin y al cabo todas las personas de este mundo piensan a largo plazo, y en ese largo plazo siempre hay sueños, al final del trecho a recorrer.
Hace poco leía, una tarde calurosa, que los sueños son la forma que tienen los humanos de sobrellevar la realidad. Esto quiere decir que las personas sobrevivimos a los largos periodos de rutina (laboral, estudiantil...) pensando en la consecución de estos sueños. Esta es la forma del hombre de no volverse loco y ahogarse en un inmenso mar de agobios y estrés.
Gran cantidad de libros y autores han tratado este tema, algunos de forma técnica y teniendo en cuenta los modelos mentales, como el psicoanalisis de Freud; y otros de forma más poética. En este último sentido, Paulo Coelho explica en su obra más exitosa, El alquimista, que la posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante y que éstos sólo pueden volverse imposibles por el eterno miedo a fracasar.
Para cerrar el texto acuñaré unas palabras que no hace mucho tiempo ponían voz a un anuncio de televisión. "Entráis cada noche en un estado de coma y soñáis. Pero de qué sirven los sueños si casi nunca se cumplen".
¿Y vosotros, qué creéis?

Kafka y la muñeca viajera, de Jordi Sierra i Fabra

Personalmente, pienso que por cada persona existe, al menos, una bella historia que merece la pena que sea contada. Es decir, cada persona realiza, cuanto menos, una buena acción por los demás en la vida. Esta breve novela juvenil podría ser la mínima bella acción del filósofo y escritor Franz Kafka.
Un año antes de morir, Kafka paseaba por el parque Steglitz de Berlín cuando, de pronto, el llanto desconsolado de una niña llamó su atención. Era el llanto más sincero y más amargo que había escuchado en la vida el escritor, por lo que se acercó a la niña y preguntó qué ocurría. La niña le explicó que lloraba porque había perdido su muñeca. Ante ese lloro tan sincero, Kafka le dijo a la niña que su muñeca no se había perdido, sino que ahora se dedicaba a viajar, como hacen todas las muñecas. Entonces, fue cuando el escritor le explicó que él era el cartero de muñecas y que tenía una carta para ella. Así comenzó una historia de la que jamás se volvió a saber más (ni quien fue la niña, ni el contenido de las cartas...) después de la muerte de Kafka, un año después.
Dora Dymant, su compañera, contaba años después de su muerte; que nunca antes había visto escribir al escritor con tanta pasión y fervor como cuando escribía las cartas de la niña, y que para ellas empeñaba incluso más esfuerzo y dedicación que para sus libros.
En este libro, Jordi Sierra i Fabra interpreta esta historia creando una pequeña novela, muy tierna; que mantiene la historia tal como la contó Dora en el pasado. El libro fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura Juvenil e Infantil. Merece la pena leerla en un rato.

miércoles, 2 de julio de 2008

Novela de ajedrez, de Stefan Zweig

Novela de ajedrez transcurre en un barco que navega en altamar, de Nueva York a Buenos Aires. En ella está a bordo el protagonista; que descubre que uno de los tripulantes es Mirko Czentovic, el campeón mundial de ajedrez. En un intento de conocer su persona, propone una partida de ajedrez entre él y los jugadores de ajedrez que se encuentren a bordo. La sorpresa llega cuando, en medio de esa partida, aparece un misterioso hombre conocido como el señor B; que soluciona la partida y pone contra las cuerdas el juego del campeón. Así, se organizará una partida entre ambos. Entre partida y partida, el señor B. contará su historia y su verdadero orígen, con un ritmo muy rápido y un estilo narrativo genial, ambientado en la época de la Alemania nazi.
Zweig vuelve a meternos en la piel de otra persona, a través de un relato en primera persona, con todo lujo de detalles y con un estilo impecable, al igual que en Carta de una desconocida; que, desde mi punto de vista supera a éste con creces, aunque sea esta una lectura de gran calidad. En esta novela, nos hará comprender los mecanismos de defensa y supervivencia del ser humano ante situaciones límite, y como el conocimiento y la mente pueden llegar a conformar un nuevo mundo que evite una locura, aunque nos haga caer en otra.
Si me preguntas sobre si leerlo o no, te diré que lo hagas por varias razones: no te llevará apenas tiempo, la narrativa de Stefan Zweig es increíble y entenderás los instintos de la mente para sobrevivir y la peligrosidad de la nada sobre nosotros. Otra buena novela de Zweig.