lunes, 22 de diciembre de 2008

Mucho, mucho ruido

Mucho, mucho ruido… Desde que había llegado a la última planta de aquel edificio y había salido a la terraza, una extraña sensación le había embriagado por completo. No podía dejar de mirar la inmensidad de la ciudad bajo sus pies y, con su cámara en las manos, se ayudaba de las fotografías y las propias imágenes mentales para inmortalizar aquella vista perfecta.
Sus ojos se dirigían a los numerosos edificios que reconocía entre la maraña de callejuelas y paseos que tejían la tela de araña que compone Madrid: el edificio de Correos, el paseo del Prado, el faro de Moncloa y, justo si dirigía su mirada a lo más cercano a sus ojos: la confluencia de la calle Alcalá y Gran Vía, es decir, el majestuoso edificio Metrópolis. ¡Qué maravilla de ciudad! En ese momento pensó en como sería la vista por la noche, cuando las luces que pregonaban la navidad en las calles gélidas tomaran vida, robando una pedazo de esta a cada viandante.

Nadie hablaba arriba, ya que se encontraba acompañada, aunque sola entre la multitud. Y en toda su estancia allá, mientras miraba y conversaba con cada recodo de la urbe; no paraba de escuchar en su cabeza una canción, perfecta para aquel cuadro que nadie jamás pintaría, y del cual ella era musa. Lo que más le sorprendía, además, por supuesto, de la maravillosa vista; era el silencio que reinaba en aquel lugar, en medio del tráfico, a tan sólo unos pies de altura de la alocada ciudad que tan bien describió Galdós en sus novelas, y a la que tantas veces escribieron los cantautores.
Sin embargo, allí abajo, en la distancia, gobernaba, de forma dictatorial, el ruido. Ruido como sables, ruido enloquecido, ruido intolerable, ruido incomprendido –tarareó en su asombrada cabeza. Allí, en cambio, presidido por Atenea, con actitud seria, el más absoluto e inspirador silencio. Fotógrafos, poetas, dramaturgos, pintores… cualquiera hubiese podido encontrarse consigo mismo y con la inspiración en aquella azotea, presidida por la diosa griega y amenazada por las nubes, caprichosas en el cielo.

En la cúpula del Metrópolis se erigía un ángel con las alas y los brazos abiertos, como si, desde allí, quisiera echar a volar y alzarse de Madrid al cielo. Lo fotografió, mental y materialmente. El frío apretaba, y sus manos empezaban a sentirse heladas. Se giró, se detuvo de nuevo frente a Atenea –con su lechuza y su yelmo-; y por último, antes de creer que despertaría en ese preciso instante, volvió a mirar en derredor. El Edificio de Correos, la Casa de América, la puerta de Alcalá, las estatuas que parecían cobrar vida… y una ciudad a la que adoraba a cada segundo que pasaba, y que sobrevivía inmersa en un insoportable ruido, tanto, tanto ruido.

5 comentarios:

S. Vigara dijo...

y con tanto ruido
no se oyó el ruido del mar...

Porque por mucho que subas a lo más alto de madrid no se ve ni un ápice de esa línea azul tan preciada. Aún así es mágico, tanto el lugar como la sensación de alzarse por encima del cielo. Estabas incluso, más alto que el ángel que parecía echarse a volar en cualquier momento.

Es curioso encontrar un oasis de silencio en la ciudad, y que sólo te venga el "ruido" de Sabina.

Millones de gracias. Parece que estabas en mi cabeza, será cosa de la presión del aire en las alturas.

=)

=)

Pablo Álvarez dijo...

Muy bonito, tanto el texto como las vistas.
Que maravilla!!! Ojala tuviera una terracita pequeña donde pudiera meter tan solo una silla para pasarme las horas sentado en ella, admirando la tranquilidad de la urbe.

Respecto a las estatuas habrá que mirar una y otra vez -como en el escondite inglés- a ver si se mueven...o no. No lo crees así Serly??

FELICES FIESTAS PARA TODO EL MUNDO.

Doxa Grey dijo...

La verdad es que estoy deseando subir a esa azotea... ¡vaya vistas! y acompañada de Atenea, que siempre fue la que me cayó mejor de todas las diosas :). Tengo cariño al Círculo de Bellas Artes.

Un beso, ¡disfruta del invierno!

MoT dijo...

Entre las fotografías y tus líneas, casi me transportas, ya no a la mente de esa musa de ojos claros, sino a ese lugar tan bonito...
Madrid guarda rincones preciosos, silencios, escondites...es bonito descubrirlos.
mañana voy a disfrutar de este guiada por vuestro consejo... ya os contaré mi experiencia.

un besito

Jesús V.S. dijo...

Serly: Es uno de los sitios más increíbles donde he estado, en lo que a una ciudad se refiere. Gracias a ti por regalarme este pequeño relato. Es todo tuyo. Un besazo.

Pablo: Habrá que mirar a ver si se mueven. Me estremece la posibilidad, aunque no me termina de disgustar, si te digo la verdad. :D Un abrazo, amigo.

Rosalie: El CBA es una maravilla, yo también le guardo un aprecio importante. Y la azotea y sus vistas son geniales, ambas. Un beso, disfruta tú también de este invierno.

MOT: Es una maravilla este rincón en concreto. Me encantó la sensación de escuchar silencio en medio de tanto ruido. Un besillo. :)