Se apeó de su tren cuando la noche había caído hacía unos minutos; en el horizonte aún se divisaba el color indescriptible del cual se tiñe el cielo nada más ponerse el sol. Inspiró una enorme bocanada de aire. Extrañamente lo notaba puro, olía a humedad, pero no la corriente; ese olor a humedad de cuando hace calor. El olor de cuando el cesped está recien cortado por algún gran jardinero (quizás Eduardo Manostijeras) y algún jardinero lo riega con su maña y cariño. Le encantaba ese olor y se quedó parado simplemente respirando ese aire que le llenaba sus pulmones. Parecía que la lluvia se vencería sobre su cara, tan alegre, en cualquier instante. Pero daba igual. La gente se paraba a mirarle, se extrañaba, porque la felicidad espontánea causa una sensación de rareza en las personas que la observan. Algunos reían cuando le veían, pero a él le daba igual; con ello habría conseguido hacer reir a varias personas, con lo que su acción de ser feliz tendría sentido. Y a ustedes, ¿les gusta el olor a humedad? ¿Y que le gente sea feliz y sentir su felicidad?
1 comentario:
Muy bueno Txetxu. Para mí ese el mejor momento de la primavera (que este año no hemos tenido). El único momento que puedes tomar una gran bocanada de aire, en Madrid, sin comenzar a toser por los malos humos.
Un Abrazo
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