El panadero estaba haciendo sus panes con el mismo cariño que lo hacía cada mañana. Para él, su oficio era arte. Podía hacer cualquier cosa con el pan. Algunos le llamaban “el mejor panadero del mundo”, pero seguía trabajando en su humilde local en Paris. Su nombre era Lionel, Lionel Poilane. Su trabajo no habría alcanzado las posibilidades que él sabía que podía llegar a alcanzar sino fuese porque un buen día, allá por 1968 llegó a su tienda un bohemio artista español. Salvador, ese era su nombre. Cuando entró por su puerta con ese aspecto tan extravagante, Lionel no alcanzaba a imaginar que gracias a él daría rienda suelta a su ya casi olvidado sueño: hacer arte del oficio de panadero. Su semblante se tornó incrédulo cuando le pidió que creara un pan eterno, pero accedió a intentarlo; al fin y al cabo, sólo él podría lograrlo. Sin embargo, su sueño se haría realidad una mañana gris y etérea de las que sólo puede ofrecer Paris. Salvador, que también atendía al nombre de Eugenio, entró decidido a su pequeña fábrica y le pidió una jaula hecha de pan.
- ¿Por qué quieres una jaula fabricada con mi pan? –preguntó el panadero.
- Así, mis pájaros recuperarán su libertad, o no, en función de su voracidad –respondió alegremente el pintor.
2 comentarios:
Joder, que idea más cojonuda. ¿Es tuya? Demuestras bastante imaginación. También es muy lírico un pan proporciona la libertad a quien lo coma.
Un fuerte abrazo.
Muy bueno y, como dice Loren, muy imaginativo.
Me gusta mucho la idea.
Un beso!
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