El hombre del que hablo estaba sentado en un tren abarrotado de gente en el que no cabía mucha gente más. Un niño hablaba con su madre pidiendo un sitio de una forma muy graciosa. En ese momento, el chico del que hablo, un inmigrante africano; se levantó y le hizo señas a un chico de unos veinte años para que avisara a la madre de que él le cedía su sitio.
- Baje, que este chico le deja su asiento -le dijo el chico a la madre con su niño.
La madre bajó y sentó a su hijo en el asiento que hasta hacía un minuto ocupaba este señor.
- Gracias -le dijo, sonriendo, al chico que se levantaba buscando un lugar donde colocarse.
En la siguiente parada se despejó el vagón y el chico, contento con su buena acción, se pudo sentar. En el mismo conjunto de 6 asientos se habían sentado el adolescente al que había hecho las señas hacía un momento. Curiosamente, el chico y las dos chicas que le acompañaban estaban hablando de su tierra, la madre tierra África.
- Es que tú llegas allí y dices Mohammed y ni ellos te entienden. Ellos dicen algo así como "Muhamma" -decía una de las chicas a los demás-. Cuando estuve en el Sahara, que allí se llamaban así muchos, cuando decíamos Mohammed se partían de risa -concluyó.
El inmigrante escuchaba atento la conversación y cuando escuchó eso, hizo un gesto de aprobación y sonrió al chico que iba hablando con la chica. El chico le devolvió la sonrisa. Después, las chicas seguían hablando y el chico que las acompañaba se evadió en la conversación que dos mujeres desconocidas mantenían sobre los aglutinamientos que se producían en las puertas del tren en cada parada. Cuando los dos se quisieron dar cuenta, estaban dentro de la conversación; charlando alegremente con las dos mujeres. ¡Qué buena gente se encuentra uno de vez en cuando! -pensó el chico. La megafonía anunciaba la siguiente parada y, en ese momento, la gente ya se levantaba. El chico africano se levantó, cogió su mochila y cuando levantó de su asiento, le dio una palmada en el brazo al otro chico que acababa de "conocer". El chico respondió con un alegre hasta luego y continuó hablando con sus compañeras, con una sonrisa en la boca.
Resulta que sacarle una sonrisa a alguien o que alguien te la saque a ti, solo depende de la predisposición de cada persona ante ello. Adoro los viajes en tren, si en ellos encuentro gente alegre.
- Baje, que este chico le deja su asiento -le dijo el chico a la madre con su niño.
La madre bajó y sentó a su hijo en el asiento que hasta hacía un minuto ocupaba este señor.
- Gracias -le dijo, sonriendo, al chico que se levantaba buscando un lugar donde colocarse.
En la siguiente parada se despejó el vagón y el chico, contento con su buena acción, se pudo sentar. En el mismo conjunto de 6 asientos se habían sentado el adolescente al que había hecho las señas hacía un momento. Curiosamente, el chico y las dos chicas que le acompañaban estaban hablando de su tierra, la madre tierra África.
- Es que tú llegas allí y dices Mohammed y ni ellos te entienden. Ellos dicen algo así como "Muhamma" -decía una de las chicas a los demás-. Cuando estuve en el Sahara, que allí se llamaban así muchos, cuando decíamos Mohammed se partían de risa -concluyó.
El inmigrante escuchaba atento la conversación y cuando escuchó eso, hizo un gesto de aprobación y sonrió al chico que iba hablando con la chica. El chico le devolvió la sonrisa. Después, las chicas seguían hablando y el chico que las acompañaba se evadió en la conversación que dos mujeres desconocidas mantenían sobre los aglutinamientos que se producían en las puertas del tren en cada parada. Cuando los dos se quisieron dar cuenta, estaban dentro de la conversación; charlando alegremente con las dos mujeres. ¡Qué buena gente se encuentra uno de vez en cuando! -pensó el chico. La megafonía anunciaba la siguiente parada y, en ese momento, la gente ya se levantaba. El chico africano se levantó, cogió su mochila y cuando levantó de su asiento, le dio una palmada en el brazo al otro chico que acababa de "conocer". El chico respondió con un alegre hasta luego y continuó hablando con sus compañeras, con una sonrisa en la boca.
Resulta que sacarle una sonrisa a alguien o que alguien te la saque a ti, solo depende de la predisposición de cada persona ante ello. Adoro los viajes en tren, si en ellos encuentro gente alegre.
2 comentarios:
Wow!! Me encanta tu espacio, compañero de ciudad. Me gusta tu forma de escribir y de reflexionar; y no sólo en ésta entrada. Yo también adoro viajar en tren, los días de lluvia, los libros que te hacen pensar, los cuentos, y escribir pequeños relatos.
Creo que seguiré pasando por aquí. Enhorabuena, y a seguir escribiendo, ok?
Por esas pequeñas cosas adoro el tranporte público. Tanto las cosas buenas que pasan en él como las malas, que también son muchas, te hacen reflexionar sobre la vida.
Madre áfrica... (L)
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