jueves, 19 de febrero de 2009

La Ciutat Vella

Creo que nos están siguiendo, compañeros. Caminando por la Ciudad Condal, miro con el rabillo del ojo hacia atrás y sospecho dragones, hadas y artistas urbanos. Barcelona me enamora, desde siempre, desde el momento en que empecé a rondar la fotografía, aunque por aquel entonces no hubiese pisado sus limpias calles ni una sola vez.
Barcelona, ciudad de cultura, o de culturas. Caminar por Las Ramblas, rodeado de artistas, mimos, modernismo, y tomar un descanso en el café El Bosc de les Fades. La mezcla de culturas la hace cosmopolita, y ese punto de antigüedad que aún perdura en sus calles, la hace inolvidable. Más arriba encuentro el Mercat de la Boquería, realmente inesperado, un rincón que merece la pena, desde su portón hasta el último espacio de venta.
Desde el cielo, parece como si Gaudí, Picasso y Dalí se hubiesen reunido en una de sus tertulias, en Els Quatre Gats de su reino celestial, para jugar con las calles y con los taxis amarillos y negros, haciéndolos pasar por la plaza del Colón, la Diagonal o la Via Laietana. Tallan el ritmo diario de las gentes, cordiales, y del tráfico, cuantioso.
Modernismo en La Pedrera, la Casa Batlló, la Sagrada Familia o el repleto y asombroso Parc Güell; todo acompañado de vanguardia y skaters. Me cautivan sus arterias, me fascina su atmósfera, sus desniveles, sus funiculares, el Tibidabo, el Parc de la Ciutadella, o el Barrio Gótico, con sus edificios entintados de oscuro, sus travesías lúgubres y recónditas plazas, donde encontrar la paz interior, como la Plaça del Rei -allí se quedó la mía-, y su gran catálogo de arte urbano: graffiti, pegatinas...
Escenas cotidianas dejan lugar a un cierto vapor de magia, que acompaña cada día a sus gentes. Adornado con el mar, todo ello hace de Barcelona una villa memorable. No hay ciudad mejor que aquella en la que se filtra el olor a sal de mar entre las calles. Al igual que no hay nada más reconfortante que un paseo por la Ronda del Litoral, con músicos que tocan reggae, o tangos, coreados por la brisa.
Mira hacia atrás, amigo, nos alcanzan tres hombres. ¿Cómo que quiénes? Ese hombre de cuidada barba blanca, el señor calvo con ojos saltones y el caballero escuálido con ese fino y elaborado bigote negro. Avanza, no pares, y cuando vayas a Barcelona, lleva contigo una cámara.

Palau de la Música Catalana. Autor: Yo
Todas mis fotos de Barcelona en mi Flickr

5 comentarios:

S. Vigara dijo...

Yo añadiría llevar contigo un muñeco y un amigo, para hacer de la visista algo perfecto.

¿Tú también notaste que nos seguían? =) Me encantó la idea...

Un beso con sabor a mar, chuches, flores y arte, mucho arte.

Pablo Álvarez dijo...

Me gustó la idea de la persecución pero, no era Serly quien nos seguía?? jeje.

Maravilloso viaje que me gustaría repetir a otros lugares mágicos embriagados de olores de sal marina.

Un abrazo

Laura Martín-Pérez González dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura Martín-Pérez González dijo...

Me alegro de que Barcelona te dejara hipnotizado; sin lugar a dudas es un lugar mágico.
...y me uno a los que nos ha gustado la idea del seguimiento.. :)
Un beso!

Que te cuente Serly, el caso de mi entrada anterior borrada...

Jesús V.S. dijo...

Serly: Noté que nos seguían, pero no me importa. Otro beso.

Pablo: A mi también me gustaría volver a viajar. :D Fue genial. Un abrazo.

Laura: Lo es, me dejó enamorado, hasta los huesos. Gracias. :D