lunes, 9 de febrero de 2009

La no-fábrica de chocolate

Visité, hace justamente hoy 23 años, 16 meses y 43 días, el lugar más extraordinario en el que haya estado nunca. Muchas veces después he vuelto en el recuerdo allí, aunque nunca fue lo mismo que entonces. Otras tantas veces, me empeñé en convertir otro lugar en el más asombroso en el que hubiese posado mis cansados pies, pero fue imposible, ninguno superaba a este.
Tras caminar aproximadamente 3 kilómetros, 200 metros y 47 pies, y tras apoyar por último el siniestro, topé con una antigua verja. Me encontraba en los alrededores de alguna villa o ciudad interior: Astorga, Mijas o Sepúlveda, por ejemplo. Como iba mirando al suelo, despreocupado, tuve que levantar mi vista, que tardó un instante en acostumbrarse al cambio de tonalidad que suponía aquello en mis retinas.
Al redirigir éstas al punto donde terminaba aquella verja, pude leer: "Fábrica de chocolate. Fundada en 1867. En funcionamiento". No creía que ese cartel tuviese aún vigencia, pero pese a lo abandonado que parecía aquello, me dispuse a entrar, pues tenía hambre y un poco de chocolate podría estar bien. La puerta de hierro oxidado chilló y, aunque parecía que no había actividad en aquel recinto, al mirar la chimenea observé que salía algo de humo.
Lo primero que encontré tras el umbral de la puerta fueron unas escaleras picassianas, que no sabía muy bien si debía tomar. Me recordó a aquella historia con fracaso de los personajes de Historia de una escalera. Quizás Buero Vallejo se inspirase con esta escalera, pero lo dudo. Dudo que nadie haya pasado por aquel lugar, salvo los empleados, si es que los había. En aquel momento lo dudaba, y mucho.
Me decidí a ascender por la escalera y al final llegué a una estancia en la que, sí, había trabajadores del chocolate. Aquella fábrica seguía en funcionamiento, como rezaba el cartel de la entrada. Me quedé fascinado. La cadena era larga, y, desde arriba, en ella se veían multitud de tabletas muy apetitosas. Pensé que aquello era el último eslabón.
Instantáneamente -lo cual me pareció muy raro- un empleado me cogió del brazo y me dijo que me enseñaría la factoría. "Esta es la primera fase" -dijo-. Yo quedé fascinado, y pensé que había errado al decírmelo, pues las tabletas ya estaban enteras. Al pasar a la siguiente sala, vi como los empleados separaban cada tableta en pequeñas onzas. Varios se comían a hurtadillas algunas.
Tras unas cuantas salas yo continuaba con mi asombro. Llegamos a la última habitación, que para mí hubiese sido la primera. En ella, los empleados recibían chocolate molido y, cuidadosamente, hacían de él pequeños granos de cacao. Fascinante -pensé-, aquí todo va al revés. Convierten las tabletas en grano de cacao.
No había salido de mi asombro, cuando mi guía me anunció el fin de la visita. Al salir por la puerta, me uní a varios empleados que desfilaban, al término de su turno. Vi como llevaban escondidas tabletas de chocolate defectuosas, con las que no se podía trabajar, y que deberían haber sido depositadas en el contenedor de "Taras". Pero, ¿quién se resiste a una tableta de chocolate?

4 comentarios:

S. Vigara dijo...

mmmmmmmmmmmmmmmm

Es la primera vez que un texto me da hambre!!!

mmmmmmmmmmmmmmm

Tu estado febril hace que escribas cosas muy sorprendentes/interesantes.

=)

Beatriz Cuesta Pérez dijo...

mientras lo leia me ha venido a la mente todo lo que recuerdo del museo de chocolate de Astorga.

y para poder disfrutar bien el texto me he levantado he cogido un cacho de chocolate y lo he disfrutado por doble.


un besazo
PD. intentare pasarme más por aqui.

Jesús V.S. dijo...

Serly: Me alegro de que te haya gustado tanto como para sentir hambre. La verdad es que cuando tengo fiebre escribo este tipo de cosas, tan raras. XD Un beso.

Bea: Una de las cosas que me inspiró el texto fue aquello. :) Me parece muy bien que lo leyeses de esa forma. ;) Un beso.

Anónimo dijo...
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