Vuelvo de la biblioteca –sí, ya sé que es viernes, pero hay que estudiar-, hoy me ha tocado Cine. La asignatura me gusta bastante. Entre menciones a Resnais, Capra o John Ford –grandes maestros- decido hacer un descanso, como en los antiguos cines, y coger una revista a la que echar una ojeada, una que tenga a mano, que no tenga mucho que rebuscar en los estantes. La tomo, y lo primero que encuentro tras abrirla es un título de Rosa Montero: Mil y una maneras de matarse.
La fotografía que ilustra el contenido me llama la atención: Stefan Zweig con su mujer, tras suicidarse ambos. Comienzo a leer y resulta que el tema es: Suicidio y literatura. La autora habla de una teoría que apunta que los escritores, poetas y, en definitiva, artistas, tienen una oscura tendencia al suicidio.
De repente experimento una rara aprensión. Yo persigo ser escritor, es uno de mis sueños meta. Incluso, aunque muy novel, ya me empiezo a considerar como tal –sin ningún tipo de ego. La lista de literatos que terminaron con su vida es tremendamente larga. ¡Qué raro! Estoy advirtiendo una especie de desasosiego repentino. Miro alrededor constantemente, mientras sigo con las líneas suicidas. Rozo la estilográfica que me regalaron, con la que escribo alguno de mis textos. La anudo entre mis dedos. ¿Será un vestigio de mi suicidio, sea cuando acontezca? Yo creo que no sería capaz de quitarme la vida. No sería lo suficientemente valiente. La aprecio más que a nada, la vida es… la savia.
Siempre me llamó la atención, desde que lo conocí, el suicidio de Virginia Woolf. Me resulta muy lírico, sumamente poético. Sumergirse en un río con los bolsillos del abrigo llenos de piedras, para no reflotar nunca más a ese mundo que tanto la había malogrado. Un suicidio, como dice la autora, legendario.
Sigo mirando a mí alrededor, con la pluma cosida a los perfiles de mis dedos. Ahora no me la puedo quitar de las manos, al igual que no me puedo quitar estas palabras de la cabeza. ¿Será verdad eso que dicen? ¿Serán leyendas sobre la literatura? Todo puede ser. La lista es larga, el artículo detalla unos cuantos suicidios y sus representaciones tan extrañas: Alejandra Pizarnik, Emilio Salgari, Larra, Cesare Pavese, Hemingway o la increíble historia de Stefan Zweig y su mujer –que ilustran el artículo en su edición impresa.
Alguna vez leí sobre el suicidio en asignaturas filosóficas y sociológicas. Pasé horas fascinado por el tema: suicidio egoísta, anómico, colectivo… Ahora leo esto y, muerto de miedo, pasaré horas mirando a la pluma y al folio blanco. Lo sé. Mientras, tendré que seguir escribiendo, para relatarte todas estas cosas.
La fotografía que ilustra el contenido me llama la atención: Stefan Zweig con su mujer, tras suicidarse ambos. Comienzo a leer y resulta que el tema es: Suicidio y literatura. La autora habla de una teoría que apunta que los escritores, poetas y, en definitiva, artistas, tienen una oscura tendencia al suicidio.
De repente experimento una rara aprensión. Yo persigo ser escritor, es uno de mis sueños meta. Incluso, aunque muy novel, ya me empiezo a considerar como tal –sin ningún tipo de ego. La lista de literatos que terminaron con su vida es tremendamente larga. ¡Qué raro! Estoy advirtiendo una especie de desasosiego repentino. Miro alrededor constantemente, mientras sigo con las líneas suicidas. Rozo la estilográfica que me regalaron, con la que escribo alguno de mis textos. La anudo entre mis dedos. ¿Será un vestigio de mi suicidio, sea cuando acontezca? Yo creo que no sería capaz de quitarme la vida. No sería lo suficientemente valiente. La aprecio más que a nada, la vida es… la savia.
Siempre me llamó la atención, desde que lo conocí, el suicidio de Virginia Woolf. Me resulta muy lírico, sumamente poético. Sumergirse en un río con los bolsillos del abrigo llenos de piedras, para no reflotar nunca más a ese mundo que tanto la había malogrado. Un suicidio, como dice la autora, legendario.
Sigo mirando a mí alrededor, con la pluma cosida a los perfiles de mis dedos. Ahora no me la puedo quitar de las manos, al igual que no me puedo quitar estas palabras de la cabeza. ¿Será verdad eso que dicen? ¿Serán leyendas sobre la literatura? Todo puede ser. La lista es larga, el artículo detalla unos cuantos suicidios y sus representaciones tan extrañas: Alejandra Pizarnik, Emilio Salgari, Larra, Cesare Pavese, Hemingway o la increíble historia de Stefan Zweig y su mujer –que ilustran el artículo en su edición impresa.
Alguna vez leí sobre el suicidio en asignaturas filosóficas y sociológicas. Pasé horas fascinado por el tema: suicidio egoísta, anómico, colectivo… Ahora leo esto y, muerto de miedo, pasaré horas mirando a la pluma y al folio blanco. Lo sé. Mientras, tendré que seguir escribiendo, para relatarte todas estas cosas.
7 comentarios:
Zweig y Lotte se suicidaron juntos. La memorias de Zweig están redactadas poco antes de aquel suceso y, en las últimas páginas, ya se percibe cuando Zweig que le duele el alma.
Pavese, recomiendo siempre El bello verano y El oficio de vivir, se suicidó por un desengaño amoroso.
Andre Gorz, existencialista francés, también se suicidó junto a su mujer, no sin ates escribirle una emotiva carta de amor: Carta a H. Historia de un amor, que cuando quieras te presto.
Juan Ramón le pedía encarecidamente a Zenobia que se internaran los dos juntos en el bosque. Zenobia se murió antes que JRJ y, aunque éste no puso fin a su vida, nunca volvió a recuperarse ni a escribir una linea.
La literatura está llena de historias de suicidios por amor. Igual que Larra, por cierto, que tampoco se recuperó de que su amor se casara con otro.
Un abrazo.
Jajaja, prcisamente hoy estaba yo escribiendo sobre el suicidio. Es curioso, pero ahora ningún escritor se suicida. Sólo sufren "accidentes". Es un tema que me gusta mucho, porque va muy unido a la creación. Porque para mí, crear (en este caso literatura) es un acto casi violento y lo relaciono muchas veces con la autodestrucción.
Mi favorito es (aparte del de Virginia Woolf, por cierto: http://lareinadeladisculpa.blogspot.com/2008/07/un-dos-tres.html hice una mini-referencia :)) el de Yukio Mishima (seppukku) o el de Yasunari Kawabata, del que no se sabe NADA. Pero nada. No dejó una triste carta. Aunque supongo que, siendo Nobel, pensaría que ya había escrito todo.. aunque nunca se sabe. Estamos todos medio locos.
Un saludo ;)
Un comentario muy propio de ti, Rosalía, jaja. Además, muy "panerista".
Hay tantas actitudes y posibilidades respecto al suicidio que se podría escribir hasta la muerte natural sin parar.
Ya que habláis de artisas que se suicidan, estoy leyendo La conjura de los necios de Kennedy O'Toole y escuchando un "B-side" de Nirvana.
No sé por qué he puesto O'Toole en lugar de Toole...
Hunter S. Thompson también se suicidó...
Lo vuelvo a leer y me sigue dando mieod que en cualquier momento, cojas el pluma y te hagas el harakiri... xD
=) Todos los suicidios guardan una historia interesante , la diferencia esque los escritores saben contarla.
=)
Un besito... =)
Loren: La literatura, realmente está llena de suicidios. Tu comentario tiene más literatura que mi texto, amigo. :) Un enorme abrazo.
Rosalie: Lo estamos, sí. No se me abrió el enlace, porque se cortó. :( El de Woolf es realmente lírico. Un beso.
Leteo: Ten cuidado con lo que lees y escuchas, tú. Jeje. Un abrazo.
Serly: Interesante o no, guardan una historia. Tranquila, no me haré el harakiri con la pluma, al menos en un tiempo cercano. Jeje. :D
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