martes, 6 de enero de 2009

En la línea de fuego

Para mi amigo Pablo y para Serly.

"La bala silbó rozando la aleación de hierro y valentía de la que se compone mi casco. Besar banderas, izar la cámara, escuchar el silencio que dejan tras de sí las explosiones... No sé si todo esto está hecho para mi. Cuando se vive a 10.000 kilometros de tu hogar, todo es diferente. Ya no se hecha de menos lo mismo que cuando estás de viaje, y no quieres igual a las personas que cuando estás allí".

Desde hace unos meses, pienso en palabras de la índole de las que acabo de vomitar al papel -ficticio, en un ordenador-. Y las imagino como inicio de una novela o relato, sobre los reporteros de guerra. Sobre todo desde que conozco dos personas que tienen como meta este destino. Y debido a que, además, tengo un sentimiento tremendamente bipolar hacía esa profesión.
Por un lado, me inspira un tremendo miedo, una incomprensible locura: jugarse la vida, solamente por hacer llegar a lugar seguro una información, que posiblemente sea tratada y manipulada, sin tener en cuenta el trabajo desarrollado y el riesgo con el que se acuesta el protagonista cada noche. Por otra parte, siento hacia los reporteros de guerra (ya sean fotógrafos, periodistas, reporteros, propiamente dicho); siento hacía ellos -continúo- un profundo y honorable respeto y admiración. Su situación me parece increíblemente dura y su decisión de dedicarse a ello, se me antoja fría y calculada, a la vez que pasional y cálida como un beso de despedida.
Me contaba Serly hace unos meses que, en una ponencia, un reportero de guerra afirmaba que es en esta situación tan extrema, donde había visto emerger a la superficie lo mejor del ser humano: cada beso se da al otro como si fuese el último, cada despedida es una despedida, tan real que estremece; cada vez que una familia vuelve a casa al completo, se agradece la vida, un bien muy preciado que apreciamos tan poco a veces. Y es que, verdaderamente, es cierto lo que se dice: nadie a la hora de morir se acuerda de los malos sentimientos hacia otra persona, sino que sus últimas palabras son un te quiero, o algo parecido; aunque suene un poco hollywoodiense. Tan real como la vida misma.

6 comentarios:

Loren dijo...

Pues es un comienzo muy prometedor, desde luego.

Reverte tiene un libro sobre sus experiencias como reportero de guerra (no recuerdo ahora el título y no pienso levantarme a mirarlo).

Hace no mucho hablé con un reportero de guerra, me contó cosas espeluznantes, pero también me dijo que muchas imágenes eran trucadas que, aunque se jugaban la vida, no era tan arriesgado como parecía. Eso decía.

Un fuerte abrazo.

S. Vigara dijo...

=)

Gracias por la dedicación y por no decir que los reporteros de guerra está locos (como me dices siempre a mí).

Es un riesgo como otro cualquiera, como el del obrero colgado de un andamio. Aunque parece mucho más literáreo lo que compete a lo periodístico.

Por ahora no puedo decir nada más.

Sigo en shock por los reyes magos.

Te quiero.Gracias

S. Vigara dijo...

* los reporteros de guerra NO están locos (no atino a las etclas)

=)

Pablo Álvarez dijo...

Muchas gracias por la dedicatoria. Yo si opino que los reporteros de guerra están locos...pero bueno y quién no hoy en día.

Un abrazo fuerte

Yana dijo...

Un verdadero placer leer tu blog, quería vistarte para desearte un feliz 2009, y decirte que continues escribiendo tan bien como lo haces. También me gustaría invitarte a conocer mi nuevo proyecto, nos estamos leyendo, UN ABRAZO.

http://gymbrainstorming.blogspot.com/

Jesús V.S. dijo...

Loren: Gracias por lo del comienzo. Algún día lo llevaré a cabo. No te levantes amigo. Ya me lo contarás. ;) Un abrazo enorme.

Serly: De nada, pekeña Serly. Es algo que quería hacer desde hacía tiempo, para los dos. ;) Un besazo enorme.

Pablo: La verdad es que tienes mucha razón. El mundo es locura, amigo. Un fuerte abrazo.

Mariana: Feliz Año 2009 a ti también. Muchas gracias por tu apoyo. Intentaré seguir escribiendo. Ya pasé por allí, desde tu blog, un día. Seguiré leyendo. :D Un beso.