martes, 16 de septiembre de 2008

Un lugar en Metrópoli

Y se adentró. La noche empezaba ya a desvanecerse, y pronto, quizás en minutos llegarían los primeros rayos de luz. Había caminado durante un rato, desde que salió de la fábrica, momento en el que decidió que no le importaba caminar hasta su casa; tenía unos días para descansar antes de volver allí otra vez. Esos momentos le gustaban. Sus piernas le llevaban, como en una especie de levitación, por las calles y los recodos de su ciudad, que de noche le parecía otra.
Por el camino: un coche de bomberos acudiendo a su llamada en forma de ascuas vivas, una pareja a lo lejos, esperando entre pasiones a la mañana; algún trabajador que acudía a su rutinaria tarea; gatos, perros callejeros, caminantes sin camino...
Sintió frío, y resguardo sus manos en los bolsillos; por lo que los brazos le quedaron formando una especie de forma, como encogidos, en jarra. Tenía que pensar algo para sobrellevarlo hasta su casa: pensaría en un baño de agua caliente, y nada más llegar, antes incluso de acostarse, lo tomaría relajado. Al principio parecía que surtía algún efecto, pero en seguida el frío recobró mayor fuerza.
Entonces, en su camino se cruzó un gato, se detuvo frente a él, con ojos brillantes. Le miró y siguió caminando, como si tratase de hacer alguna señal, por algún tipo de suerte. Pensó que no perdía nada de tiempo, aunque debatió internamente si debía o no hacer caso a esos pensamientos. Finalmente, emprendió el camino detrás de aquel animal, oscuro, con ojos amarillos, casi dorados. Atravesó un par de calles más, y el gato se coló entre dos árboles. Lo que detrás estaba lo desconocía, la oscuridad lo cubría con su frío manto.
Optó por pasar, y entonces, lo vio: un lugar maravilloso, que parecía improbable encontrar allí, en medio de la urbe. Una especie de enorme parque, lleno de árboles y flores; de todos los colores que quisiera Dalí en su paleta. Espectro, Atrapasueños, Nunca Jamás... cientos de ciudades ficticias y mágicas se le pasaron por la cabeza, pero ninguna acertaba a dar con lo excepcional de aquel lugar. Volvió a mirar al gato, pero sus ojos buscaban ya otra mirada con la que cruzarse...

5 comentarios:

MoT dijo...

me alegro que tengas esos instantes para plasmar sitios tan marvillosos, y que a través del papel llegues a verlos... como yo al leerlo.

siempre hay que hacer caso delas señales, o esperarlas.

un besin

Anónimo dijo...

Es curioso.
Ayer caminaba por la noche, de camino a casa, me cruce con un gato (precioso, hay q decirlo), cruzo mi espacio vital esperando que le acariciara la orejita, lo hice y me estubo persiguiendo todo el camino.
Tuve que ahuyentarlo, y mira, tb se metio entre unos arboles y oscuridad frondosa. Me perdi algo?

Me ha hecho recapacitar. ^^

Doxa Grey dijo...

Me recuerda al contraste entre el jardín donde jugaban los hijos de los amos de Metrópolis (menudo baile de complementos del nombre acabo de meter XD) y la ciudad compuesta de formas geométricas. Naturaleza y bulliciosa ciudad.Me gustan los gatos que te llevan a lugares nuevos ^^

Lorena dijo...

Yo también quiero que algún gato me descubra paraísos escondidos =( ¡No es justo!

Un beso

Jesús V.S. dijo...

Mot ;): Yo pienso lo mismo, las señales se envían para seguirlas, si no de qué valen, ¿no?

Farera: Es curioso, sí. Como te dije ya, la próxima vez, siguele: alomejor te muestra algo digno de ver. Un saludo.

Rosalie: A mi también me gustan esos gatos. Me alegro de que sigas pasando, y de que mi pequeño texto te recordase aquel jardín. :)

Sunshine: ¿No es justo? Buscalos, hay miles de gatos dispuestos a mostrarte la ciudad. Un beso.