Viktor era un chico muy extraño. Su tiempo libre lo dedicaba a hacer pequeños experimentos horripilantes. Sus creaciones más elaboradas eran las siguientes: un robot que se escondía detrás de una puerta para asustar a todo aquel que pasase a su cuarto, una recreación del Eduardo Manostijeras de Tim Burton, de quien pasaba el día viendo películas, etc.
Vivía con su tía, una señora huraña y malhumorada, que no le prestaba apenas atención. Cuando no estaba creando monstruos, se entretenía leyendo libros de Dickens o Stephen King, para aprender nuevas posibilidades, nuevos y horribles monstruos con los que asustar a su asqueroso vecindario.
Viktor nunca salía de casa, se sentía extraño ahí afuera. Raro, entre tanto niño admirable y normal. Tan sólo pisaba la calle en la noche de Halloween, en la que todos iban con mascaras y disfraces, y él podía caminar entre la multitud, desapercibido. Disfrutaba asustanto a todos aquellos que creían asustar a los demás. Pero él, lo hacía sin máscara, sin disfraz; su expresión ermitaña le servía para ello. A veces, incluso, sacaba con él a sus monstruos, para infundir el miedo más increíble a los chicos y las chicas que corrían a pedir caramelos en la noche de las brujas.
Él, por supuesto que lo hacía también, recogía cantidades enormes de caramelos con el truco o trato, acordes con su aspecto y la sensación que producía verle asustando a los demás. Al día siguiente, volvía otra vez a casa, con sus monstruos y sus libros. Si en la noche de Halloween lo ves corretear y gritar, será mejor que le des caramelos, se codea con las brujas y los demonios y hasta ellos, a veces, le temen. ¿Qué eliges, truco o trato?
Vivía con su tía, una señora huraña y malhumorada, que no le prestaba apenas atención. Cuando no estaba creando monstruos, se entretenía leyendo libros de Dickens o Stephen King, para aprender nuevas posibilidades, nuevos y horribles monstruos con los que asustar a su asqueroso vecindario.
Viktor nunca salía de casa, se sentía extraño ahí afuera. Raro, entre tanto niño admirable y normal. Tan sólo pisaba la calle en la noche de Halloween, en la que todos iban con mascaras y disfraces, y él podía caminar entre la multitud, desapercibido. Disfrutaba asustanto a todos aquellos que creían asustar a los demás. Pero él, lo hacía sin máscara, sin disfraz; su expresión ermitaña le servía para ello. A veces, incluso, sacaba con él a sus monstruos, para infundir el miedo más increíble a los chicos y las chicas que corrían a pedir caramelos en la noche de las brujas.
Él, por supuesto que lo hacía también, recogía cantidades enormes de caramelos con el truco o trato, acordes con su aspecto y la sensación que producía verle asustando a los demás. Al día siguiente, volvía otra vez a casa, con sus monstruos y sus libros. Si en la noche de Halloween lo ves corretear y gritar, será mejor que le des caramelos, se codea con las brujas y los demonios y hasta ellos, a veces, le temen. ¿Qué eliges, truco o trato?
5 comentarios:
Trato. Siempre elijo trato.
;-)
por favorrrr que es esto autocritica...? pleaseeee dejate de chacharassssss!!!!!!
Loren: Yo también prefiero trato. :)
Anónimo: No te entiendo, dejaré tu comentario a un lado.
Me encantaría conocer a Viktor. Nos llevaríamos bien porque yo le enseñaría mis monstruos, y así no se sentiría tan solo.
Si me permitís, to también elijo trato.
Un beso.
Serly: Te permito, claro. Yo creo que hay algo de Viktor en todos los humanos.
Un beso.
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