Tengo un extraño secreto –que ahora dejará de serlo- desde hace unos años. Me siento atraído con bastante frecuencia por las imágenes de mujeres que lloran. Un extraño embrujo. Posiblemente, cuando leas esto, ya estés pensando que estoy loco. Te pido que no dejes de leer, yo creo que no lo estoy.
Iba de camino, esta madrugada, a trabajar en el humilde quiosco de prensa que regenta mi padre con destreza y perpetuo esfuerzo. Estaba sentado de acompañante, y al girar una esquina, hacia la calle Serrano, nos encontramos con dos parejas de novios. Una se besaba apasionadamente, después de una larga noche de fiesta.
La otra, en cambio, estaba distante. El chico, con las manos en los bolsillos, detrás de ella, que, mirando la carretera, tenía algunas lágrimas en los ojos. Su pintura, que había aguantado numantina durante toda la noche, se desdibujaba con insólita debilidad, alrededor de sus ojos. Su mirada se cruzó un instante con la mía, pero en cuestión de décimas de segundo, se esfumó, pues nuestro coche rodaba rápido para alguien que está quieto.
El cuadro era antitético, y yo –en mi mente de fotógrafo en ratos libres- pensé que era digno de la mejor instantánea de Robert Doisneau. Encima lloviznaba. Una mirada consta, siempre, de un instante mágico, aunque la gran mayoría de veces no se accione, o no sea percibido. Esta también la tenía. Llovía, nadie sabía hasta cuando. Nunca se sabe cuánto va a durar la lluvia cuando está empezando a dejarse caer. Plasmé la imagen, mentalmente, para poder escribirla ahora. Escribir una fotografía.
Entonces, reflexioné sobre lo que os señalaba antes. Me atraen las mujeres que lloran. No sé por qué, ni siquiera si es normal o sólo me ocurre a mí. En esta circunstancia, las mujeres me parecen dulcemente atractivas. Pensaba, mientras dejaba atrás el Paseo de la Castellana, rumbo al castizo barrio de Chamberí; especulaba, decía, con que tal vez, esa belleza súbita fuese una especie de mecanismo, ascua de nuestra etapa salvaje, que se activa para hacer rectificar al causante del llanto. Como un consejo a mar abierto. Una especie de faro en el acantilado lleno de accidentes corpóreos, en la noche de lluvia, que advierte a los marineros de que hay llantos. Llantos de sirena.
domingo, 1 de marzo de 2009
Llantos de sirena
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10 comentarios:
Tienes secretos de artista. Porque esto es de artista, que no me lo puede negar ni tú ni nadie.
...y que lo saben hasta en la China que diría mi María. BRAVO!!!
genial mi hermano.
ya sabes que a mi también me gustan las sirenas, con sus cantos atrayentes y sus lagrimas... "dulcemente atractivas".
jo, yeah right!
No te conozco de nada, pero he leído 2 historias tuyas y con esta me reafirmo en que eres puro sentimeitno. Es esa la razón de tu atracción por las mujeres que lloran...porque es la forma más sincera de expresar los sentimientos...además de la mirada, pero la mirada recoge un mundo aparte, prácticamente indescifrable.
No cambies nunca.
Serly: Pero no se lo digas a nadie...
Pablo: En la China popular... :D Gracias amigo.
Zow: Lo sé, lo sé. ;) Un abrazote hermano.
Anónimo/a: Me emocioné con tu comentario. Te agradezco muchísimo tus palabras, son de las que animan a seguir. Sobre la mirada pueden escribirse enciclopedias. Gracias, de verdad.
No tienes nada que agradecerme. Mis palabras te las has ganado tu solito con tu forma de ser. Realmente he llegado hasta aquí por casualidad, quizás por un momento bajo o no sé, pero lo agradezco.Me pasaré de vez en cuando por tu blog para seguir descubriendo historias, ilusiones,sueños....
Claro que te animo a que sigas.
Un bso.
RAQUEL (AnonimA xD)
Qué guay! Este segundo comentario me ha emocionado todavía más que el primero. :D Me alegro muchísimo de leer eso y de que tú leas esto, anónimA!! XD Un besotee!
Como dices, el llanto conmueve y quien lo ve siente -si es humano- ganas de consolar quien llora.
El amigo Darwin lo explicaría así:
La mutación a) de la especie se conmovía ante el llanto. Por eso se ayudaban mutuamente, llegaban a acuerdos tras las discusiones y se reconciliaban.
La mutación b) de la especie no tenía esta característica. Eran insensibles ante el sufrimiento ajeno, olvidaban a sus semejantes que sufrían, llevaban sus discusiones al extremo, se odiaban sin remordimiento...
La mutación b) se extinguió.
La mutación a) somos nosotros.
Juan: Me encantó tu respuesta al texto. La mutación a) somos nosotros. Aunque alguno queda la mutación a) todavía suelto, ¿no crees?
Un abrazo Juan. Gracias por pasarte ;)
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