Esta mañana me escapé un rato del trabajo, en el quiosco, para ir a la biblioteca a sacar un libro. Mi intención era hacerme con una antología poética, pero en vista del poco interés que suscita la poesía en nuestra sociedad, me fue imposible encontrarlo. Sólo se podía encontrar en una biblioteca de Madrid. En vista del éxito, me dirigí hacia la estantería de la letra M, en la sección de Narrativa. Acabé por llevarme la novela de Javier Marías que ahora leo.
En realidad no era esto lo que iba a contarte, supongo que a nadie le importan en exceso mis excursiones bibliotecarias, y tú no serás menos. Me crucé en la puerta, antes de subir -y a esto es a lo que iba-, a una chica con vestido tradicional de otro país, tal vez la India o Túnez. En la sala de actos del centro cultural había una demostración de bailes tradicionales, en la que ella participaba, al parecer.
Se la notaba feliz, y yo, al verla, pensé en como actúa la nostalgia, en como una persona se aferra, cuando están lejos, a aquello que siente como sus raíces. La chica de esta mañana, a lo mejor, mientras vivía allí, no bailó, ni siquiera se interesó por esa danza; pero al sentir su patria lejana, empezó a hacerlo. O el bonaerense, que cuando está lejos de su país añora sus costumbres y baila tango siempre que se le presenta la oportunidad. Sólo por sentirse un poco más cerca. La patria es un invento -no seré yo quien le quite la razón a Luppi-, pero sí es cierto que, ya no el mísero trozo de tierra, sino lo que en ella se deja: la familia, los amigos... sí se echan de menos. En cuanto sabes que están lejos.
Así, con mi pensamiento bajo el brazo, y con la novela, recién cogida, rondando por mi cabeza -o quizás era al revés-, salí del centro. Miré la tapa del libro, y se me ocurrió que tenía que ver con todo lo que había cavilado. Como si el título de la novela lo estuviesen escribiendo continuamente manos anónimas, escribientes inusuales, desde recónditos lugares, patrias olvidadas, que reniegan a veces, incluso, de sus fugitivos. Mañana en la batalla piensa en mí. Porque cada jornada en la vida es como una batalla; y ella, todos ellos, la estaban librando en terreno enemigo, e incluso hostil. Pero se agarran, dejándose las uñas, a lo poco que consideran como suyo, y que, a cada instante, pide que lo recuerden, y eso les sirve para continuar su lucha.
En realidad no era esto lo que iba a contarte, supongo que a nadie le importan en exceso mis excursiones bibliotecarias, y tú no serás menos. Me crucé en la puerta, antes de subir -y a esto es a lo que iba-, a una chica con vestido tradicional de otro país, tal vez la India o Túnez. En la sala de actos del centro cultural había una demostración de bailes tradicionales, en la que ella participaba, al parecer.
Se la notaba feliz, y yo, al verla, pensé en como actúa la nostalgia, en como una persona se aferra, cuando están lejos, a aquello que siente como sus raíces. La chica de esta mañana, a lo mejor, mientras vivía allí, no bailó, ni siquiera se interesó por esa danza; pero al sentir su patria lejana, empezó a hacerlo. O el bonaerense, que cuando está lejos de su país añora sus costumbres y baila tango siempre que se le presenta la oportunidad. Sólo por sentirse un poco más cerca. La patria es un invento -no seré yo quien le quite la razón a Luppi-, pero sí es cierto que, ya no el mísero trozo de tierra, sino lo que en ella se deja: la familia, los amigos... sí se echan de menos. En cuanto sabes que están lejos.
Así, con mi pensamiento bajo el brazo, y con la novela, recién cogida, rondando por mi cabeza -o quizás era al revés-, salí del centro. Miré la tapa del libro, y se me ocurrió que tenía que ver con todo lo que había cavilado. Como si el título de la novela lo estuviesen escribiendo continuamente manos anónimas, escribientes inusuales, desde recónditos lugares, patrias olvidadas, que reniegan a veces, incluso, de sus fugitivos. Mañana en la batalla piensa en mí. Porque cada jornada en la vida es como una batalla; y ella, todos ellos, la estaban librando en terreno enemigo, e incluso hostil. Pero se agarran, dejándose las uñas, a lo poco que consideran como suyo, y que, a cada instante, pide que lo recuerden, y eso les sirve para continuar su lucha.
5 comentarios:
La patria e sun invento...a veces.
Interesante y genial...
=)
Me encanto el texto. Muy bien hilado todo, me gusto sobre todo "con el pensamiento bajo el brazo y el libro..."
Hablando de otras cosas. Como hecho de menos mi patria, digamos Rumanía...jeje
Un abrazaco
pablo sis ta metendu con nustra hogare, tengo un cuchilio y vo rajar, malo malo coslada soy patria rumana humacho chilindrun!!!!
fuera de esta incursion dimiotrica, valorar el texto alto alto
con lo bonito de las naciones y lo feo de las patrias, pater solo hay uno, y seguro que le vas a dedicar un texto chuli en su dia, que se acerca!jajaiii
el patio de mi patria es particular
... "y caiga tu espada sin filo: desespera y muere". La leí el año pasado, nos la recomendó un profesor y no está mal. Aunque a Javier Marías hay que pillarle el truco porque hace círculos constantes.
A nadie le interesa la poesía, pero todos los poetas intentan sacar libros. Pobres.
Por ahí me dijeron que el hogar es un estado de ánimo. Y yo me lo creo :), eso sí, y no me gusta bailar, pero me gusta más la palabra hogar que la palabra patria. Pero tienes razón, cada día es una batalla, y hay veces que dan ganas de sacar bandera blanca y ser botín de guerra.
Un beso :)
No quiero ni imaginar el tener que dejar a mi familia, a vosotros (mis amigos) para tener que ir a otro país. por x motivos.
pero quizás si me fuera nunca dejaría de escuchar nuestra música, y como no el bailar el flamenco. o hacer cualquier cosa para sentirme cerca de todo aquello que se tiene que añorar.
me gusto mucho el texto peque
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