lunes, 14 de julio de 2008

Wittgenstein y el poder de las cicatrices

Una mañana me puse a pensar sobre la huella que dejan en nosotros las cicatrices, y la importancia que adquieren en nuestras acciones posteriores. Cualquier acción en la que hayamos sufrido un percance, y haya quedado una marca en nosotros; no se vuelve a repetir de la misma forma que la primera vez, sino que es condicionada por ellas. Da igual que éstas sean cicatrices recientes o cicatrices de tiempos remotos, el resultado es practicamente el mismo.
Aquella mañana, había estado leyendo una historia sobre esto en el libro de Paul Auster, Brooklyn Follies. En ella, el autor explicaba un episodio de la vida de Wittgenstein. Decía que tras un largo periodo y tras observar los horrores de la guerra mundial, el filósofo creyó haber resuelto todos los problemas de la filosofía. De esta manera, Wittgenstein entró de maestro en un pueblo en las montañas de Austria. Sin embargo, el filósofo no tenía cualidades para ejercer la docencia, y no soportaba que los niños no supieran la lección. Entonces, entraba en cólera y maltrataba a los alumnos de forma muy severa. Esto llegó incluso a originar grandes traumas a los niños de la escuela. Al correrse la voz de estos maltratos, Ludwing Wittgenstein tuvo que dejar el colegio.
Con el paso de los años, el pensador vivía en Cambridge y sufrió una crisis espiritual de la que, según él, sólo podría recobrarse si pedía disculpas a todos y cada uno de los antiguos alumnos a los que causó aquellas lesiones. Así pues, se lanzó a la búsqueda de éstos y, puerta por puerta, fue ofreciendo sus disculpas, llegando incluso a suplicarles de rodillas. Sin embargo, y pese a esta actitud, el penoso recuerdo de los niños (ya adultos) era mucho más fuerte que la intención de perdonar al maestro, y ninguno de todos a los que llegó a dirigirse le perdono.
Esta historia es una muestra del poder de las cicatrices en la mente del ser humano. La gran mayoría de ocasiones parece que están ocultas, pero a la hora de la verdad, reflotan indicandonos en ocasiones el peligro, condicionando en otros casos nuestras decisiones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La naturaleza del cuerpo humano tiende a hacer cicatrizar todas y cada una de las heridas, grandes o pequeñas, que nos vayamos haciendo durante nuestra vida. Cortes, arañados o quemaduras cicatrizan, y aunque al principio parecen pedazos de nuestro cuerpo con piel débil y vulnerable, poco a poco van recobrando toda la normalidad que se pueda alcanzar. Las funciones de la zona afectada se reestablecen, y su apariencia se normaliza.

Pienso que lo mismo ocurre con las cicatrices de nuestra mente, aunque ciertamente se trata de un proceso más largo y costoso. Con la atención adecuada y, en algunos casos, con ayuda, todo puede ser superado, aunque a veces tengamos una sensación de quemazón, como cuando cambia la temperatura o nos damos un golpe en antiguas heridas, que se resienten y nos hacen recordar lo sufrido antaño.

De todas formas, aunque no esté al cien por cien de acuerdo con lo expuesto en el texto, me has hecho reflexionar, y quizá eso sea lo más importante, sigue así tío!!!

Anónimo dijo...

Todos tenemos cicatrices, unas más grandes que otras, pero dicen que las son pequeñitas se quitan con el tiempo y tienen razón poco a poco vas a prendiendo pequeñas cosas que hacen que esa cicatriz que te dejó la huella la valla cubriendo hasta el punto de desaparecer.
Pero también están esas cicatrices grandes que no se puede cubrir, ni con un parche, que pongas lo que pongas se nota, quizás conseguir tener vagos recuerdos del por qué de la cicatriz pero siempre estará. Aunque se pueda aprender a vivir con estas cicatrices.

En el siguiente párrafo dejas claro el cómo son la mayoría del profesorado, se pueden saber mucho la teoría, pueden que sean grandes genios que hayan aprendido por la observación como es en este caso, por ensayo-error, por teorías de Piaget o por cualquier otra teoría. Pero mucho de los profesores no tienen ese pequeño don para llegar a los alumnos, y el resultado es como si el docente no supiera nada de la materia que imparte.

Jesús V.S. dijo...

Da gusto meterse a leer los comentarios y que sean de este tipo.

Kike, comparto todo lo que tú dices. Es cierto que con el paso del tiempo las cicatrices se normalizan, aunque yo pienso que nunca del todo. Espero que sigas pasando por aquí amigo. Un abrazo.

Anónimo, ¡qué comentario más técnico! ¿Qué es lo que has estudiado tú? Jaja. ;) La verdad es que, como en todos los ámbitos de la vida, habrá de todo. Me gustó mucho tu cierre, muy conciso. Un saludo.