viernes, 24 de septiembre de 2010

Gigantes

Salieron caminando juntos, cogiéndose a los dedos del otro. Dejaron atrás la estación de ferrocarril y enseguida él notó una extraña sensación, como si estuviese creciendo imperceptiblemente, pero todo a su alrededor se mantenía igual que hacía un minuto.

Anduvieron mientras charlaban, dejando un poco de lado la zona más turística, para tomar café antes de seguir con el camino.

Entonces, de pronto, cayó en la cuenta de que hacía unos minutos que no escuchaba el tráfico, pero siguió andando, sin perder atención a lo que ella le estaba contando.

Fue en un momento en el que creyó pisarse levemente el pantalón y bajó la mirada, cuando no dio crédito a lo que observó.

Por debajo, muy debajo, de sus manos entrelazadas estaba la ciudad, como una maqueta que hacía la vida normal y diaria. Los tejados, las copas de los árboles del parque, los pequeños vehículos circulando entre sus pies…; todo seguía ahí abajo, mientras ellos se habían alejado de aquella pandemia de prisa que asolaba la ciudad desde hacía unos años, haciéndola perder su identidad.

A lo lejos se entreveía el extrarradio, detrás de la estatua de Afrodita que presidía el último edificio.

“Mira”, dijo, señalando con el dedo.

Ella miró.

La vieron, forzando un poco la vista: la Torre Eiffel, y más al fondo el Fernsehturm de Berlín, y Saint Paul, y más allá toda la ciudad de Viena, justo antes del horizonte.

Se miraron, se hacían grandes el uno al otro.

1 comentario:

Loren dijo...

"Se miraron, se hacían grandes el uno al otro"

Buah, me ha entusiasmado esta frase.

Un abrazo muy fuerte.