jueves, 16 de septiembre de 2010

El sonido del silencio

“El silencio es el partido más seguro
para aquel que desconfía de sí mismo”

François de La Rochefoucauld, Duque de Rochefoucauld

Silencios. No sé lo que motiva un silencio, cuando en juego está algo más que un par de palabras. La espera de los silencios se hace francamente larga. Mucho más larga a veces que el tiempo que realmente transcurre en ella. El silencio se suele tomar como un mecanismo defensivo, como una barrera difícil de traspasar por el que en ese momento consideramos un enemigo, alguien que no debe incurrir en nuestra introversión.


Hay quien toma el silencio como un mecanismo más de la conversación. El que calla otorga, que diría el refrán. Sin embargo, el silencio es mucho más que eso. Puede ocurrir que incluso se torne en soberbia, en cierto caso, o desprecio por el interlocutor, dependiendo de cuánto se prolongue.

El silencio es muy cruel, muy indiferente. Cualquiera que se encuentre en la situación sabe entenderá. El silencio no cura. Pese a lo que muchos puedan pensar, la ausencia de palabra envenena la relación entre los dos silenciados. Siempre y cuando no haya un pacto tácito de silencio firmado por los contendientes o el silencio se llene de miradas. En ese caso es diferente. En esos momentos es en los pocos en los que el silencio habla. Las miradas dicen, entonces, mucho más que las palabras, porque llegan más allá de lo que lo hacen estas. El primer beso se da con la mirada, y en silencio.

Pero simplemente es en ese momento en el que el silencio se puede considerar algo positivo. Se disfraza, el silencio se viste de conversación ausente, igual que los días de entre diario se engalanan, a veces, con ropas de fin de semana. Una táctica para impresionar, para lavar su imagen.

Sin embargo, el silencio siempre atormenta a alguien, igual o más que las medias tintas. Ese no saber por dónde van a circular los derroteros de la palabra que esperas. Ese esperar un sí o un no, que acaba por incendiar las esperanzas de cualquiera. Esa bomba de racimo que diverge en multitud de justificaciones para el sí o el no que esperamos, y que posiblemente no lleguen nunca por mera cobardía.

Porque el silencio, en la mayoría de sus acepciones, es la justificación del cobarde, que calla por no dañar o por creer que todo está en su mano y puede tomar todo el tiempo que necesite, sin preocuparse de que al otro lado de la línea alguien estará sufriendo esa incertidumbre. Y aunque no lo sepa, quizás la extensión de ese silencio sea el más inexcusable ruido. Miles Davis dijo que el silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos. Y eso puede incluso llegar a esclarecer las ideas y volverse en contra de aquel que calla, que entonces callará su congoja.

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