Me habla mi amigo Pablo de el libro Sobre la fotografía, de Susan Sontag; y me recuerda una sensación que se le vino a la mente, y que me recordó que yo también la había experimentado alguna vez.
Después de perderse un rato entre las palabras de ensayo de Sontag, mientras esperaba a alguien, empezó a sentir una especie de anhelo fotográfico. Algo así como una especie de dependencia: como si el alma escapase en hálitos de vaho con cada foto que no disparaba. Su mirada se volvió un encuadre y sus ojos empezaron a enfocar con el método de la rueda de un objetivo angular fijo.
A mi también me pasó una vez, en Alcalá de Henares. Caminaba junto al Arte, de su mano incluso; pasando al lado de la casa de Cervantes, embaucado por el edificio antiguo de la universidad -y su patio-, incluso me había detenido a observar el mural de La moderna ronda de noche, en una perfectiva escala de grises. Alcalá me enamora.
Entonces, tras pararnos a observar miles de puntos claves de la ciudad; descansamos en una plaza. Allí fue donde nos percatamos de que no teníamos cámara de fotos. Ninguno. La dependencia que experimenté en aquel momento es inexplicable. Ni yo mismo la entendía. Llegué incluso a asustarme: imagino que algo parecido a lo que le ocurriría a mi amigo. En ese instante, decidimos que lo mejor era hacer lo que se llaman fotos mentales. Nuestros ojos pasaron a convertirse en lentes, nuestras miradas en encuadres de composición perfecta, nuestros párpados, las cortinillas del obturador... ¡Hasta las palomas pasaron a ser modelos a contraluz, que posaban junto a las torres y los vertices de las iglesias! No era capaz de ver el mundo como las personas normales, todo eran cuadros que seguían la regla de los tres tercios -tan controvertida, por otra parte.
Dije antes que Alcalá me enamora, y si, así es. No obstante, me conquista mucho más a fuego cuando llevo mi cámara en las manos. Me apasiona la fotografía. No sé que tiene, pero a mi también consigue robarme el alma. Por cada fotografía que no dispara mi máquina, mi cuerpo pasa a pesar 21 gramos menos; como decía mi amigo, se me escapa el alma del cuerpo... Habrá quien lo llame fotodependencia. Y sí, me considero adicto.
Después de perderse un rato entre las palabras de ensayo de Sontag, mientras esperaba a alguien, empezó a sentir una especie de anhelo fotográfico. Algo así como una especie de dependencia: como si el alma escapase en hálitos de vaho con cada foto que no disparaba. Su mirada se volvió un encuadre y sus ojos empezaron a enfocar con el método de la rueda de un objetivo angular fijo.
A mi también me pasó una vez, en Alcalá de Henares. Caminaba junto al Arte, de su mano incluso; pasando al lado de la casa de Cervantes, embaucado por el edificio antiguo de la universidad -y su patio-, incluso me había detenido a observar el mural de La moderna ronda de noche, en una perfectiva escala de grises. Alcalá me enamora.
Entonces, tras pararnos a observar miles de puntos claves de la ciudad; descansamos en una plaza. Allí fue donde nos percatamos de que no teníamos cámara de fotos. Ninguno. La dependencia que experimenté en aquel momento es inexplicable. Ni yo mismo la entendía. Llegué incluso a asustarme: imagino que algo parecido a lo que le ocurriría a mi amigo. En ese instante, decidimos que lo mejor era hacer lo que se llaman fotos mentales. Nuestros ojos pasaron a convertirse en lentes, nuestras miradas en encuadres de composición perfecta, nuestros párpados, las cortinillas del obturador... ¡Hasta las palomas pasaron a ser modelos a contraluz, que posaban junto a las torres y los vertices de las iglesias! No era capaz de ver el mundo como las personas normales, todo eran cuadros que seguían la regla de los tres tercios -tan controvertida, por otra parte.
Dije antes que Alcalá me enamora, y si, así es. No obstante, me conquista mucho más a fuego cuando llevo mi cámara en las manos. Me apasiona la fotografía. No sé que tiene, pero a mi también consigue robarme el alma. Por cada fotografía que no dispara mi máquina, mi cuerpo pasa a pesar 21 gramos menos; como decía mi amigo, se me escapa el alma del cuerpo... Habrá quien lo llame fotodependencia. Y sí, me considero adicto.
8 comentarios:
Enhorabuena tío. Me ha encantado y no solo por haber sido el "muso" jeje.
Me parece muy bueno.
Sigo pensando que la fotografía es la mejor de las terapias para descubrir realmente que tipo de persona eres, ahora bien, ten cuidado con cogerle el gustillo...
...hace tiempo que me converti en fotodependiente...
Amigo no tendras una cámara por ahí, aunque sea de juguete, venga tío...
Un abrazo, y gracias por saber plasmar mi sentimiento.
bueno... pese a no ser la musa (ahí has estado muy gracioso pablo)como no identificarme... desde pequeñita las cámaras fotográficas y yo nos hemos sonreído mutuamente.no estoy segura de ser fotodependiente, pues nunca prescindí de ella para averiguarlo... pero tampoco probaré a hacerlo :)
dentro de poco daré un gran paso en este terreno :) y me muero de la ilusión.
ah! le diré a mi amiga Marta que se pasé por aqui. Mi gran Alcalaína.
Sea como sea escritor, lo tuyo son los buenos enfoques.
un besin
Oye, me ha encantando el texto. A mí también me gusta mucho la fotografía, pero ya bastantes aficiones tengo para iniciar otra también.
La literatura y el cine ocupan, a día de hoy, casi todo mi tiempo.
UN abrazo.
Hum! pues yo discrepo porque la fotografía y yo nunca nos hemos llevado bien... Siempre me decepciona ir a hacer una foto y no conseguir captar igual que los veo las distancias, ni los tamaños, ni los colores ni la luz. Quizá es porque yo no sepa hacer buenas fotografías(que lo será) pero prefiero grabarme las imágenes en la memoria o que las fotografíen otros.
Un besín!
Uhh, qué grande Xexu! Me ha gustado un montón el texto. De hecho a mi también me pasa, por eso intento llevar la cámara encima casi siempre.
Hay veces que he visto cosas tan increíbles o tan bonitas que me da pena que con las fotos no se vayan a captar del todo. Ahí es cuando hay que poner en juego el ojo-lente pa' memorizar los paisajes o lo que sea. Unas veces lo consigo, otras no, pero por lo menos lo intento xD.
Un buti-saludoo! xD
El problema viene cuando tu cámara ha explotado. Literalmente.xD
Me encantó el símil ojo/obturador.
Asique robando historias a tus amigos eh?? Yo creía que eso sólo lo hacía Ana Rosa Quintana :-P
Me pareció genial lo de 21 gramos menos... aunque a este paso serás ligero como una pluma!
Nunca hice fotos artísticas, ni me plantee la fotografía como profesión. De pequeña (y ahora) siempre llevaba la cámara conmigo y las pasaba canutas para, a fin de mes, revelarlas todas (nunca costaban menos de 1000 pesetas)
Supongo que lo mío no es arte, si no la necesidad de que nada caiga en el olvido... y hablando de arte...por casualidades de la vida, yo también iba de la mano con el arte aquel día, ¡que suertudos somos!
=)
Un besito. Me gustan tun fotocuentos.
¡ALCALÁ DE HENARES! ¡YUJU!
Pablo: Gracias a ti, por contarme tu vivencia. Yo creía que no le pasaba a nadie más. :) Un abrazo graande.
María: Díselo a la alcalaína, alomejor le gusta. Gracias por tus palabras. Un beso. :)
Loren: Si, amigo, lo tuyo son muchas aficiones. Aunque la fotografía nunca está de más. :) Un enorme abrazo.
Lore: Me parece un razonamiento coherente. Las fotos mentales son muy buenas y perdurables también. ;) Un besazo. :)
Bea: Lo bueno de las fotos a veces es el pie de foto que se queda en nuestra mente. Gracias por pasarte. :)
Serly: Yo también he revelado algunas fotos cuando se pagaban en pesetas. :) Entonces, lo tuyo será el arte de que nada caiga en el olvido. :) Un beso.
Nacho: ¡Alcalá de Henares! ¡Mola! :)
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