sábado, 16 de julio de 2011

Idaho

Lo sé, hace tiempo que no te escribo, pero no contestaste la última vez y pensé que te habrías largado.

Ya te imaginarás la razón de mi carta otra vez. Siempre lo hago en las mismas tesituras. Esta vez no es distinto. A veces pienso que cada uno se conoce mejor de lo que cree desde el mismo momento en que nace. Siempre pensé que concluiré mis días solo –no sé por qué, pero es así-, porque no estoy hecho para otra cosa. He compartido mi tiempo con varias personas, sí, pero no sé aún si esa vida está hecha para mí.

Seguramente yo no sea un buen compañero de viaje. Para qué engañarnos, soy difícil, gruñón, tozudo… un alma solitaria que se empeña en compartir con alguien –o cargarle a la espalda- la soledad que le atormenta.

No pretendo ganarme el amor ni el cariño de nadie, mucho menos exigirlo. Es absurdo cuando ni siquiera yo quisiera ser como soy a veces. Ay, cuántas personas distintas me gustaría haber sido… pero me ha tocado ser yo. Este solitario sin vocación ni devoción, incapaz de hacer feliz a nadie más allá de las distancias cortas.

No persigo, pues, que nadie pretenda pasar su vida conmigo. Eso sería un regalo que jamás podría yo devolver por más que lo intentase, y por eso no busco nunca el enamoramiento de nadie. Siempre pensé que nunca llegaría a casarme, lo cual me apena, porque en el fondo adoro a los niños.

En fin, esto es lo que soy. Aunque pueda no aparentarlo, no puedo engañar a nadie, por mucho que la fachada sea otra cosa diametralmente opuesta a lo que acabe de contarles.

Por supuesto que existen personas con las que me siento completamente pleno y a las que les conferiría mi soledad como máximo presente y secreto. Con esas personas me sentiré eternamente en deuda, aunque espero que nunca demanden el montante, pues ya les digo que ni en diez vidas podría yo hacer feliz a nadie. Lo siento, para esa tarea hay gente muy válida, pero no llevan ni mi nombre ni mi rostro.

Yo, por mi parte, sé que posiblemente viva, lea, escriba y muera, si no es todo junto vivir, en el más amplio sentido de la palabra. Y es más que probable que todo esto lo haga solo, recordando en ocasiones los momentos que guardé bajo llave, pues aunque algo huraño, sigo siendo una persona que siente y padece.

Finalizaré solo, sí, y por eso vuelvo a escribirte, para que en ese momento tú seas mi botella en el mar y le portes mi mensaje de cariño –o no- a aquel que lo merezca. Tal vez el fin llegue mientras escribo, lo cual sería una demostración de dulzura que la vida no posee. No sé, quizás frente a una playa, esperando el romper de las olas en la orilla.

Es posible que todo concluya de la manera en que lo hizo Hemingway. La vida es tan impredecible como la muerte. Es imposible adivinarla e improbable acertar ni momento ni lugar ni forma. Pero creo que entonces no habrá nadie cerca, lo que me alegra: todos serán felices.

13 de julio de 2011

4 comentarios:

Loren dijo...

Preciosa carta.

Ya me dirás qué te parece "Verano y amor". A mí me ha encantado.

Abrazotes desde Cartagena,
L.

Jesús V.S. dijo...

Gracias amigo. Tú siempre tan fiel.

Pues ya me lo terminé. Me ha encantado, ya te comenté en el mail lo que me pareció.

Abrazos desde la misma mierda de ciudad de siempre. Jeje.

Txetxu.

PCL dijo...

Fantasticos relato, fantastico blog. Creo q en solo 3 relatos q he leido has conseguido engancharme a tu blog. Ahora no puedo mas q querer leerlos todos, y creo q lo hare muy pronto

Jesús V. S. dijo...

Gracias Peter, me alegro de que te guste. Espero verte por aquí entonces de vez en cuando. ;-)

Ya me dirás cuál te gusta más de los que leas. Un abrazo.