sábado, 6 de marzo de 2010

Cosmética

No hay tregua. Jugamos a la guerra, pero sin matarnos. Nos marcamos los puntos débiles, y los no tan débiles. En un territorio entre fronteras, donde no llega ni el camión humanitario. Un trozo de piedra nos sirve como espacio geográfico de la primera contienda, como tablero. El que primero saque al otro levantará al cielo el estandarte de la victoria. Y sonarán y callarán las trompetas. Y no nos daremos ni cuenta.

Te enfrentas a mí y cuando te sitúas fija ahí delante, mirando provocativa, estoy a punto de capitular y cederte todos los territorios que aún conservo bajo mi dominio, escasos ya. Y sigues delante, ojos clavados en mí, y yo sin saber cómo escapar. Te observo, estás callada. Estudio tu forma de actuar, de colocarte, de esperar un ataque. La cosmética del enemigo.

De esta manera seguimos en pleno tanteo del rival. Nadie avanza, mantenemos posiciones. Atrincherados el uno en defensa del otro. Por un instante, la mano que está en tu cintura, como expedición espía, siente el impulso de arrastrarte hacia mi cuerpo. Pero los ataques preventivos no existen por sí solos y prefiero que sigas mirándome porque te has dado cuenta y medio sonríes.

Te mueves de repente, en un acto rápido, felino, tu mano derecha empuja mi pecho hacia el borde de mi frontera. Ha empezado la guerra de desgaste y pienso que por una vez me gustaría ser el imperialista que colonizase tu geografía corpórea poco a poco: un lunar, la nuca, las piernas, cuello, y así avanzando hasta que tus tirantes blancos nos sirviesen como bandera de nuestra rendición porque estuviésemos agotados.

Y firmaríamos la paz en un tratado del que nadie recuerde el nombre, en un condado perdido en las montañas, con un lago. Y en momentos puntuales probaríamos la idea de dos fronteras que se unen y dos pueblos que conviven. Tratando siempre de mejorar las relaciones diplomáticas, podrías nombrarme cónsul de mi república independiente en tu abdomen.

2 comentarios:

n dijo...

Bonita metáfora la del amor como un campo de batalla.

Un saludo.

Enrique dijo...

Lo de los consulados es genial.
La ley internacional permite tener tantos como el país emisor considere necesarios.
Pero la vida real no es así.
Un abrazo