miércoles, 11 de noviembre de 2009

La chica del sombrero

Para tantas personas que, a veces, se sienten así.

Despierta, primero abriendo levemente los ojos. Aún es de noche afuera, aunque empieza a descubrirse el alba, y ella no recuerda en qué momento cayó en el sueño. Ni siquiera está acostada: se ha quedado dormida sentada en su butacón rojo, vestida con el vestido de color azul añil que a su novio le encantaba. Y con el sombrero gris que llevaba puesto entre los brazos, apoyados en su pecho, que vive cada día al borde del delirio.


Cuando abre los ojos por completo y se incorpora, despegando la cabeza de la ventana sobre la que se quedó dormida, descubre que la luna está ahí afuera, tal vez más cerca que nunca, y cercada por un ejercito de nubes que, sin embargo, pese a doblegarla en cuantía, no se atreven a cubrirla ni siquiera un ápice. Hace frío en la estancia y ella busca una manta o algo con lo que taparse un poco.

La chica joven y el niño que están sentados a su lado juegan a un juego en el que uno canta y el otro tiene que adivinar qué canción es. El pequeño se ríe de manera escandalosa cuando la madre no acierta, y logra arrancar una leve sonrisa a la chica del sombrero, que vuelve a voltearse hacia la ventana.

Nubes. Humedad. Y la luna, efectivamente más cerca que nunca. El pequeño de su derecha vuelve a reír a carcajadas, la madre parece haberse equivocado otra vez de canción. ¿Qué tendrá la risa de un niño que, en cualquier situación que atravesemos, puede hacernos sonreír?

¡Qué frío! No sabe con certeza cuánto tiempo ha pasado dormitando y, aunque ahora ya se ha centrado, nada más despertar ni siquiera conseguía acertar cuál era su posición en el mundo, ni hacía donde se dirigía. Sólo sabía que acababa de despertar y que la luna estaba preciosa ahí afuera. Pero enseguida se acordó de que volvía a casa. Decidió anoche, tras unos días grises en la ciudad, que necesitaba ese cambio, al menos unos días.

Porque a veces el mundo cambia y se torna difícil. Porque a veces todo parece espinoso, incluso porque a veces realmente lo es. No hay que buscarle explicación. El hilo musical, muy leve, hace sonar algunas canciones. Cuánta nostalgia siente, cuánta melancolía, y cuánto miedo tiene al cambio que se está avecinando en su vida…

Personas que entran y salen sin avisar y sin llamar. La vida de los humanos a veces resulta ser como una especie de motel de bajo importe, en el algunos residen permanentemente, y otros sólo están de paso para luego dejar su habitación, y que, tras volver a disponerse, otra persona la ocupe.

Una voz un tanto mecánica corta de golpe el hilo musical para lanzar un claro mensaje. "En menos de quince minutos aterrizaremos en el aeropuerto de destino. La temperatura es de veintidós grados centígrados y la hora local, las 7:18. El comandante y la tripulación agradecen su atención y les desean un feliz día”. Al concluir el mensaje reanuda la música, que hace resonar unos acordes de una canción que le encanta y hacía mucho que no escuchaba. Además los versos de ella parecen llegarle como una señal. “Nada va a cambiar mi mundo”, proclama la canción, y ella toma ese mensaje como una consigna. Desde entonces tratará de que así sea. Que nada, ni nadie, consiga desbaratar su mundo ni sus ilusiones. Podrá con lo que sea, y si no, no será por no haber luchado.

Mientras, hasta el aterrizaje, seguirá cruzando el universo, haciendo honor a la canción que la despertó de su letargo. Aunque sigue sintiendo ese pesar melancólico en sus entrañas. Casi de la misma manera. Vuelve a mirar a la luna, que sigue ahí, tan preciosa como ella, como la chica del sombrero.

3 comentarios:

Tamara Raposo dijo...

Un texto precioso, y que emociona, como casi siempre. Como escritor, Txetxu tienes esa gran virtud que les gustaría tener a muchos y que no es fácil: consigues llegar hasta el corazón de las personas y emocionar. Enhorabuena.

Me siento afortunada por tener un amigo como tú.

Un saludo

Anónimo dijo...

Simplemente me encanta tu pequeño relato. Seguro que nada cambiará su mundo, todo será algo pasajero.

A mí personalmente, también me ha emocionado.

Una vez más, gracias por estar ahí, ya te lo compesaré con un café en una de estas tardes frías de invierno si te apetece. Un beso!

Montse

Jesús V.S. dijo...

Tamara: Muchísimas gracias. Recuerdo que cuando llegué a casa y leí este comentaio me emocionó muchísimo, porque había tenido un día un poco feo. Que sepas que yo también me siento afortunado, mucho. La carrera me está mereciendo la pena tan sólo por haber conocido ciertas personas, entre ellas tú.
Mil gracias.

Montse: Espero que sea algo pasajero, sí. Porque la chica del sombrero es a la vez tantas personas...
Claro que me apetecerá. Siempre me apetece un café en una tarde fría de invierno. =) Y si es con buena compañía aún más, y la tuya lo es, y ya lo sabes.
Un besazo. Y muchas gracias a ti también.