Al atravesar el mar de nubes del cielo de Portugal me acuerdo de ti: la muchacha de boina roja y el corazón en calma.
Lisboa me recibe con su aspecto decadente, entre ecos de flautas, acordeones y calles abatidas. Aquí, el espíritu de Pessoa reposa tranquilo en A Brasileira, aunque renace de cada esquina del Chiado o del Bairro Alto.
“Barcos que pasan por la noche y ni se saludan ni conocen”, decía el poeta lisboeta. Y esos barcos en la gran ciudad son las personas. Somos, tal vez, por qué no, tú y yo. Son el escritor y el fantasma del poeta que se encuentran para un réquiem a medianoche en las calles de esta ciudad.
Me enamora con sólo unas horas, igual que tú con tan sólo un par de sonrisas. Lisboa me embriaga. La ciudad de la luz, la ideal amante de poetas, una delicia para los ojos del fotógrafo.
Sentado en una balconada imagino que es un tejado abuhardillado de estilo parisino, como el que tengo enfrente, y que estamos mirando a lo alto, tejiendo estrellas con nuestras palabras íntimas. Esta ciudad puede recordar a París, a Madrid, y por momentos a alguna ciudad británica o transalpina e incluso a La Habana, aunque parezca increíble; pero lo que es innegable es que tiene una identidad y un ánimo propio difícil de contradecir.
Se aproxima un tranvía exhalando la bohemia que caracteriza a la ciudad. Una carcajada de chica joven atraviesa una ventana y se filtra hasta mis oídos. En ese preciso instante me doy cuenta de que te he escrito más textos que a nadie, y de que posiblemente éste sea el último que guardemos bajo una misma frontera por un tiempo.
Sentado en una balconada imagino que es un tejado abuhardillado de estilo parisino, como el que tengo enfrente, y que estamos mirando a lo alto, tejiendo estrellas con nuestras palabras íntimas. Esta ciudad puede recordar a París, a Madrid, y por momentos a alguna ciudad británica o transalpina e incluso a La Habana, aunque parezca increíble; pero lo que es innegable es que tiene una identidad y un ánimo propio difícil de contradecir.
Se aproxima un tranvía exhalando la bohemia que caracteriza a la ciudad. Una carcajada de chica joven atraviesa una ventana y se filtra hasta mis oídos. En ese preciso instante me doy cuenta de que te he escrito más textos que a nadie, y de que posiblemente éste sea el último que guardemos bajo una misma frontera por un tiempo.
Y te lo escribí en Lisboa, la ciudad de los poetas, que bien podría ser nuestra, pese a que ahora puede que quede más lejos que nunca...
3 comentarios:
Mucho mejor así.
Un fuerte abrazo.
Sencillo y tierno, muy emotivo.
Me gusta mucho.
Dicen que Lisboa es una cuidad mágica, debe ser verdad.
Lejos... Como en la canción de Sabina.
Un beso!
Loren, gracias por las opiniones. ;-) ¡Otro fuerte abrazo!
Anita: Gracias. Sí, lo es. Es una ciudad encantadora. Otro beso.
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