En el tren, casi siempre viajaba sentado, con un libro entre las manos, cualquiera que estés imaginando; y a menudo, con unos cascos en los oídos. Así creaba su pequeña burbuja, dentro de la cual volaba por parajes insólitos, entre letras, versos, metáforas...
Acompasaba su viaje con acordes de piano, lentos y melancólicos, o alegres y rítmicos; según lo que le sugiriesen las páginas desgastadas de sus libros. Siempre que ponía música era para leer poesía. Para perderse entre encabalgamientos e hipérboles, entre aliteraciones y personificaciones; que se acoplan a los compases que acompañan.
Aquella extraña mezcla -similar al amor más puro- entre música y poesía le elevaba, recostado en su frágil burbuja de papel de libro antiguo. Sin levantar la vista practicamente, mientras resuena la melodía de El piano de Nyman, un poeta revela sus secretos e intimidades en poco más de 100 páginas. Acorde, palabra, palabra, acorde; y el chico vive enamorado de cientos de poetas y de miles de dramaturgos y, por consiguiente, de sus obras. Rodeado de gente, siente la soledad más amable; la de aquel que se evade de una realidad perra y fría a través de la palabra de quienes, antaño, quisieron plasmar su sentir y dejar un legado en este mundo de paso.
Continúa, cada día alguna lectura distinta, otra canción distinta. Miguel Hernández, Juan Ramón Jimenez, Ángel González, Rafael Albertí: las estaciones deberían llamarse así. Una estación, un poeta. De repente, algo le saca de su ensimismamiento: un aviso le recuerda que su parada es la siguiente. Mañana continuará su viaje.
Acompasaba su viaje con acordes de piano, lentos y melancólicos, o alegres y rítmicos; según lo que le sugiriesen las páginas desgastadas de sus libros. Siempre que ponía música era para leer poesía. Para perderse entre encabalgamientos e hipérboles, entre aliteraciones y personificaciones; que se acoplan a los compases que acompañan.
Aquella extraña mezcla -similar al amor más puro- entre música y poesía le elevaba, recostado en su frágil burbuja de papel de libro antiguo. Sin levantar la vista practicamente, mientras resuena la melodía de El piano de Nyman, un poeta revela sus secretos e intimidades en poco más de 100 páginas. Acorde, palabra, palabra, acorde; y el chico vive enamorado de cientos de poetas y de miles de dramaturgos y, por consiguiente, de sus obras. Rodeado de gente, siente la soledad más amable; la de aquel que se evade de una realidad perra y fría a través de la palabra de quienes, antaño, quisieron plasmar su sentir y dejar un legado en este mundo de paso.
Continúa, cada día alguna lectura distinta, otra canción distinta. Miguel Hernández, Juan Ramón Jimenez, Ángel González, Rafael Albertí: las estaciones deberían llamarse así. Una estación, un poeta. De repente, algo le saca de su ensimismamiento: un aviso le recuerda que su parada es la siguiente. Mañana continuará su viaje.
8 comentarios:
Me gusta que sea una especie de autobiografía del momento.
Al menos hay paradas que conservan voces de poetas, siempre lo pienso cuanod paso por Rubén Darío.
Un bezo.(y mientras que te digo un beso, suena música en mi cabeza)
poesía y música, latidos que hacen fluir la vida, que dan sentido a momentos tan bonitos como el de para ti, viajar en tren.
Me recuerda a lo que hablabamos el otro día: esas pequeñas felicidades, ¿te acuerdas?
Tienes suerte de haber encontrado una y de poder conservarla.
Sigue compartiendo esos pequeños grandes momentos. Ya sabes, así es más fácil de transmitir y hacer feliz a los demás.
Un besazo!
Serly: Gracias. Si, aún hay paradas; pero pienso que deberían existir muchos más. Un poeta, una estación. Mira todos los que se quedan sin su parada: Lorca, Juan Ramón Jimenez, Alberti, Pablo Neruda... y un largo etcétera. Un beso.
Mot: Es completamente cierto eso que dices. Son tan necesarios el uno para el otro que a veces nos escapa de la percepción. Un beso.
Anita: Si, algo puede tener que ver. Yo también me considero un tío con suerte, en ese sentido. Seguiré compartiéndolos, es la base de esto. Un besazo. :)
Que hermosa historia. El personaje escuchaba musica mientras leia, a mi me gusta escuchar musica mientras escribo. Nos vemos pronto, mis sirenas preguntaron por ti.
Me siento obligada a comentar en la entrada...
Sin saber muy bien qué.
Ojalá las sonrisas se pudieran plasmar en forma de comentarios.
Ojalá se pudiera espresar con palabras todo lo que se expresa con ellas.
En fin, no hace falta decir que me ha encantado.
Perdón...
EXPRESAR.
Se me fue el dedo a otra tecla...
Mariana: Muchas gracias. Ya pasé a ver a tus sirenas. Lo hago siempre que puedo. Gracias por pasarte por aquí. Un beso.
Ana: :) Ojalá todo lo que dices se pudiese hacer, si. Algún día las máquinas dejarán de ser "tan máquinas". :)
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