Dos personas bailan, primero con los pies en el suelo, para más tarde elevarse y bailar en escenarios recónditos. Ella con un bonito vestido rojo, sensual, preciosa. Baila con su pareja un tango. No sé si existe algo más bello que el tango. Lo cierto es que lo conocí hace no mucho, en una obra de teatro de una compañía local. Antes de eso, no conocía mucho relacionado con el tema; y quedé impresionado. Mientras, la bailarina sigue su baile allá por las nubes, Madrid, el mar, Río de la Plata... Sin soltarse no deja de mirar a los ojos de su pareja, creando una cálida atmósfera, testigo de una preciosa imagen inmortalizada en la retina del que posee la fortuna de poder observarla. Lo bueno de este estilo es que cualquier canción que se acople a sus clásicos ritmos resulta sugerente, y anima a sus amantes a empezar a bailar; desde Volver del genio Carlos Gardel hasta la versión tango de Roxanne de Moulin Rouge. Creo que aquel o aquella que lo ha visto alguna vez en directo, no puede evitar recordarlo con tan sólo escuchar alguno de sus acordes; y algo les llama a quedarse para volver a verlo. ¿No les ha pasado lo mismo alguna vez? La pareja sigue en su tarea, no la olvida ni un sólo instante. Sigue profundamente inmersa en la danza, como medio de evasión. Parece seria, pero la felicidad se lleva por dentro. Sólo quiero pedir una cosa más, no dejen de bailar. Y gracias Buenos Aires...
1 comentario:
me encanto llegar aqui por el azar...
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