jueves, 25 de abril de 2013

Un grito sordo (y un falso nueve)

Estoy cansado. De todo. De que no pase absolutamente nada. Estoy cansado de que, cuando pasa, no sea para mejor. Estoy cansado de ser siempre el que tiene que darlo todo cuando el mundo no suele traer nada de vuelta. Cansado de intentar sacar la cabeza para que siempre haya alguien que intente golpearla, con un mazo, un puño o lo que sea. Estoy cansado de que me miren con lupa, de sentirme observado en cada movimiento. Cansado de reyes, y de reinas. Harto de falsos nueves. 

Estoy cansado de oír cantos de sirena. Y de que, cuando decido que me da igual que sean falsos, que voy a ir, que me embauco porque yo quiero, haya alguien que me haya atado otra vez al mástil del barco. Estoy cansado de estar harto. Cansado de las buenas palabras, sobre todo de las que no valen de nada. Cansado de mover tierra y mar para alcanzar una pequeña meta. Cansado del verano que aún no llegó, ni que decir tiene que también de la primavera. 

Cansado de intentar escapar sin éxito, de estar encerrado. De no ser capaz de evadir mis pensamientos hacia las nubes como hacía cuando era pequeño y me enfadaba o me sentía afligido. Estoy cansado del yo, del tú, del ellos; del tiempo pretérito y del presente, y del vuelva usted mañana. De acabar por correr en busca de no sé qué, y de que el corredor de fondo tenga que ejercer siempre su actividad en soledad. Muy cansado de que todo sean agujeros, de que no haya con qué taparlos, y de las goteras. 

Cansado de los ídolos, de Woody Allen, de Cortázar hasta de Extremoduro. De la mayoría de la literatura. Harto del periodismo, sobre todo de ese que da lecciones cuando no vale una mierda. Y hablando de mierda, estoy cansado de este país, de que cada vez queden menos oportunidades, de que si no trabajas gratis tengas que aguantar, encima, esa mirada que te dice que estás loco y que no puedes permitirte no dejar que alguien te humille de esa manera. Estoy harto de todo esto. Hastiado, cansado, aburrido de esa palabra con cada vez menos significado que es España. 

Pero no pasa nada. Mañana, cuando salga otra vez por el portal, como cada día, volveré a sonreír. Y ya pasará la tormenta. O no.